lunes, 30 de septiembre de 2013

Un mes con Montalbano, de Andrea Camilleri


El título de esta colección de cuentos, Un mes con Montalbano, puede llevar a engaño, pues no se trata de “un mes en la vida del comisario Montalbano”, sino de 30 casos diferentes que además ni tan siquiera siguen un orden cronológico, pues alguno se remonta a los inicios profesionales del protagonista, ni tampoco están constreñidos a un espacio geográfico, ya aunque la mayoría se sitúan en Vigàta, también hay excursiones a otras ciudades de Italia.

Sin embargo, es un título apropiado, aparte de porque, como dice el propio Andrea Camilleri, si se lee un cuento al día, se pasará un mes con Montalbano, sobre todo porque se trata de un libro que da una sensación de vacaciones. Es como si el lector se sumergiera en un ambiente de relajación y puro entretenimiento y se dejara llevar por un sensación puramente veraniega.




Porque no estamos aquí ante uno de esos libros del género negro con complicaciones políticas y sociales. No, Camilleri se da a sí mismo y a sus lectores un respiro y construye unos casos mínimos llenos de ingenio y buen humor que se leen con placer y sin complicaciones. Hay misterio siempre bien llevado, historias ingeniosas, personajes habituales en la serie de Montalbano y siempre un guiño de confianza hacia el lector.

Como dice Manuel Vázquez Montalbán en la introducción, este libro es una perfecta iniciación al mundo de Montalbano. Sin entrar en profundidades psicológicas, el lector sí que empezará a conocer el ambiente en el que se mueve, los personajes que le rodean y el estilo de los casos que tendrá que resolver. Un descanso antes del duro trabajo que está por iniciarse.


Editorial Salamandra
Traducción de Elena de Grau Aznar

viernes, 27 de septiembre de 2013

La muerte de Ivan Ilich. Hadyi Murad



Para comprobar que León Tolstói es uno de los gigantes de la literatura de todos los tiempos no hace falta echar mano de sus grandes novelas como Anna Karenina o Guerra y Paz, también en libros como este se contiene su genialidad. Más de cien años después de su redacción, siguen manteniendo su complejidad, su riqueza interpretativa, su pulso narrativo, su matizada creación de personajes. En caso de duda, Tolstói.




Este tomo está compuesto por dos relatos largos que escribió ya en su madurez. El primero, La muerte de Ivan Ilich, comienza con la muerte de su protagonista. A través de una serie de detalles y datos en apariencia sin gran importancia, el lector va descubriendo la enrevesada mentalidad de este personaje algo pomposo, mediocre, y con una pulsión de muerte expresada de una manera muy particular. También conoceremos la mezquindad de su entorno y la futilidad de los empeños mundanos. Ante tanta negrura, también adivinamos un humor muy retorcido.

Hadyi Murad se puede considerar una novela por su extensión, y sin duda una obra maestra por su calidad. También puede recordar a La hija del capitán, de Pushkin, por ese retrato entre exótico y sentimental de la lucha entre rusos y tártaros, con cosacos de por medio. No deja de llamar la atención que Tolstói ni tan siquiera disimule su admiración por Hadyi Murad, el héroe checheno, mientras que no es menos patente su desprecio por la mayoría de los militares rusos, incluido el incompetente y tiránico zar Nicolás I.

Alianza Editorial
Traducción de Juan López-Morillas




jueves, 26 de septiembre de 2013

Etimologicón, de Javier del Hoyo


En la introducción a su Etimologicón, Javier del Hoyo se pregunta a quién va dirigido el libro. Pertinente cuestión, pues en principio un libro sobre el origen de la palabra parece destinado a eruditos o filólogos. Sin embargo no cuesta mucho comprender que hay un gran número de lectores no especialistas que se sentirán atraídos por un libro como este, casi un compendio de magia en el que por caminos intrincados aprendemos la genealogía insospechada de una enorme cantidad de palabras castellanas.

A veces el método elegido por Javier del Hoyo se parece a esos juegos en los que se elige un determinado número de palabras al azar y se tiene que construir una historia con sentido en la que aparezcan todos esos vocablos. Es un juego arriesgado y con resultados desiguales, pero seguramente apropiado para enlazar una lista tan abultada de términos.




Más interesante es cuando el autor relata historias relacionadas con la evolución de las palabras y nos deja perplejos con sus mutaciones y adaptaciones a cada época. Por citar solo algunos ejemplos, la curiosidad de la expresión “por hache o por be”, recibida de los manuales de matemáticas franceses, o la historia de las descalzas de Santa Teresa, que no es que no llevaran calzados, sino calzas.

Por eso el mejor capítulo es el final, dedicado a la influencia del lenguaje litúrgico en el habla común. Una historia llena de malentendidos, deformaciones y cambios de significado radicales. Aquí se manifiesta el humor suave del autor, su gran oído para las creaciones ideomáticas y su irreprochable trabajo de investigación y recopilación.


Editorial Ariel / Círculo de Lectores

martes, 24 de septiembre de 2013

L'organisation, de Jean Rolin



No sabemos cómo se vería en el momento de su estreno La chinoise de Godard, que para muchos fue una premonición de lo que estaba por llegar en Mayo del 68, pero vista hoy en día es una comedia irresistible. Y no lo decimos como burla, porque pese a que muchos consideran a Godard un pelma, para nosotros uno de sus grandes valores es el sentido del humor, al menos el que había en sus películas precisamente hasta La chinoise.

Por eso nos parece muy atinado que la portada de L'organisation sea una imagen de esta película. El libro de Jean Rolin es un retrato hilarante de las aventuras de su protagonista como perteneciente a un grupo maoísta francés de los años setenta (solo el enunciado ya mueve a la risa). En aquellos años todo podría parecer muy serio y trascendental, pero han sido sus propios protagonistas los que han reflejado ese periodo como una época de excesos ideológicos en el que burgueses metidos a revolucionarios hacían el tonto.




El libro de Rolin también nos recuerda a El buque fantasma, de Andrés Trapiello. Los mismos personajes perdidos, los mismos dogmas incomprensibles, la misma ilusión por cambiar el mundo (con métodos patéticos), y la misma sensación de alivio en el relato por no haber conseguido sus objetivos. La escritura de Rolin es despegada, expresada con una naturalidad que pretende juzgar ni condenar, más bien se recrea en los elementos cómicos para así llegar a una mayor comprensión.

La segunda parte, que por su corta extensión y su cambio de tono, es más bien un epílogo, se traslada 20 años adelante a la Guerra de los Balcanes. Aunque el protagonista se mantiene, el giro es tan radical que el episodio parece sacado de una novela diferente. Preferimos quedarnos con la primera parte, con su vitalidad irresponsable, su alegría pese a todo, su ingenuidad redentora.

Editorial Folio

lunes, 23 de septiembre de 2013

Un paraíso inalcanzable, de John Mortimer


Si al empezar una novela nos encontramos con una rectoría en medio de la campiña inglesa, ya sabemos que estamos penetrando en un mundo conocido. De una manera casi igualmente instantánea, al comenzar a leer Un paraíso inalcanzable detectamos que su autor, John Mortimer, pertenece a una muy noble estirpe de escritores británicos que, por muy peculiares que sean, siempre tienen un aire de familia.

Estamos hablando de autores como Evelyn Waugh o Anthony Powell. Aunque en el caso de Mortimer el círculo social que recrea es menos cosmopolita que el de estos autores, su estilo elegante, su ironía punzante y sus retrato implacable de la sociedad británica nos sitúan en un territorio que ya hemos visitado con asiduidad. Sin ir más lejos, Leslie Titmuss, el trepa maquiavélico que aparece en esta novela y que protagonizará otras dos, es un primo hermano del Widmerpool que atraviesa Una música para la danza del tiempo, de Powell.




La huella de Waugh (no es de extrañar que Mortimer se ocupara de la extraordinaria adaptación televisiva de Retorno a Brideshead) también es perceptible en la estructura narrativa, que encadena presente y pasado con una naturalidad y una fluidez que hace que los tiempos se confundan. Si a través de los enredos de sus personajes vemos reflejada la historia de Inglaterra desde la posguerra hasta los años del thatcherismo, son en realidad las complejidades de las relaciones sociales y familiares las que hacen que Un paraíso inalcanzable sigue siendo interesante hoy en día.

Por eso la trama del testamento, que estructura la narración y sirve como enganche dramático, aunque funcione perfectamente a nivel simbólico, tiene una resolución poco convincente. Quizá en las siguientes novelas de Titmuss este fleco es resuelto con una mayor habilidad y las cuentas pendientes quedan realmente resueltas.

Editorial Libros del Asteroide
Traducción de Magdalena Palmer


jueves, 19 de septiembre de 2013

Notes from a Big Country, de Bill Bryson


Antes de conseguir un gran éxito con Una breve historia de casi todo, Bill Bryson ya era conocido como un ameno escritor de libros de viajes (imprescindible su En las antípodas). Lo que resulta curioso de Notes from a BigCountry (Apuntes desde un gran país) es que Bryson nos cuenta Estados Unidos, su propio país, como si fuera un recién llegado.

Y es que de hecho lo era. Porque después de más de 20 años viviendo en Inglaterra, cuando volvió a Estados Unidos, se encontró con un país totalmente diferente. Tres años después seguía sin haberse adaptado del todo y las costumbres de sus compatriotas todavía le parecían estrambóticas, cuando no ridículas y merecedoras de una burla despiadada.




Porque Bryson se pasa todo el libro, que en realidad es una recopilación de sus artículos semanales para la revista dominical Mail on Sunday's Night & Day, criticando. Pero no es una retahíla de quejas de un gruñón resentido, ya que el posible tono cascarrabias se ve compensado por un constante sentido del humor, a través del cual Bryson consigue al menos una carcajada por artículo.

Desde sus experiencias con el chocolate, o sus problemas en cualquier vuelo que toma (lo que no deja de ser fastidioso para un escritor de libros de viajes), pasando por la manía americana por demandar a cualquiera o el consumismo exacerbado, un amplio panorama de la cultura norteamericana contemporánea queda retratada de manera irónica e irresistible.

Editorial Black Swan
Edición española en Península


martes, 17 de septiembre de 2013

La calle sin nombre, de Marcel Aymé


Pese a que Marcel Aymé ha entrado en La Pléiade, con lo que esto supone de ser reconocido como autor fundamental, en España es poco conocido y apenas editado. Y sin embargo novelas como La calle sin nombre, escrita en 1930, se puede leer hoy como un clásico de la literatura social, sin que haya perdido un ápice de su sabor.

Pese a que en aquella época Aymé todavía era considerado un escritor de izquierdas (más tarde escribiría para publicaciones colaboracionistas), en La calle si nombre sus personajes no son héroes obreros ni ideales de comportamiento. Al contrario, son mezquinos, cobardes, violentos. Porque lo que sitúa a Aymé por encima de lo convencional es que este retrato de la miseria no busca el efecto fácil, sino que es a través del realismo más incisivo como logra mover a la comprensión.




En ciertos aspectos, la escritura de Aymé nos recuerda a la del Baroja de La lucha por la vida. Un espacio agobiante, sucio y destinado a la desaparición. Unas criaturas desvalidas, machacadas por la vida y cuya única perspectiva es la locura, la prisión o la muerte. Y todo ello a través de una escritura febril y que no ahorra ningún detalle escabroso, sin caer en el sensacionalismo.

La traducción de César Vallejo no es demasiado precisa, por ser benévolos, pero lo que pierde en fidelidad, lo gana en expresividad. El aire de la época se ha mantenido a la perfección, y el estilo descuidado de Vallejo imprime a la narración de una viveza y una autenticidad que difícilmente se podría haber conseguido con una versión más académica.

Editorial Júcar
Traducción de César Vallejo

lunes, 16 de septiembre de 2013

Incidentes, de Kate Atkinson


Pese a que el título original no tiene nada que ver (One turn, un favor), Incidentes, el elegido para la edición española de este libro de Kate Atkinson, no está mal seleccionado. Porque, efectivamente, un simple y cotidiano incidente como es un leve accidente de tráfico, es el que desencadena una compleja trama con numerosas derivaciones que causarán varios cadáveres en los únicos cuatro días en los que se desarrolla la historia.

Atkinson sitúa la acción en un lugar siempre sugerente, un Edimburgo que parece escenario propicio para los misterios y los encuentros imprevisibles, y en un periodo especialmente novelesco, como es el famoso festival teatral de la ciudad, que reúne a todo tipo de personas y facilita una mezcla humana de amplias posibilidades dramáticas. El inicial “incidente” da pie a una variada descripción desde el punto de vista de varios personajes que solo han visto el suceso de manera parcial y que van dando al lector una información destilada.




Todo este arranque es brillantísimo y adquiere una velocidad vertiginosa en la que el lector necesita ir completando los datos que se le van suministrando. A la vez que se van conociendo más detalles de una historia, se abren nuevos enigmas en apariencia dispersos, pero que se intuye que convergerán en algún momento. También los personajes irán adquiriendo consistencia y pasan del arquetipo (el escritor culposo y deprimido, el ex todo fuerte por fuera y delicado por dentro, la policía en la cuerda floja) a convertirse en seres reales por los que nos preocupamos.

Lejos de ser una novela de detectives facilona (como las que escribe uno de sus protagonistas), Incidentes es un libro perfectamente armado y con algunos recursos literarios realmente efectivos, como ese uso de diálogos medio enunciados medio narrados, o un uso ejemplar en el tempo de la acción y en la dosificación de la información. Quizá el punto más candente de la narración llega demasiado pronto y en el desenlace queda cierta sensación de descenso de la temperatura, de falta de un clímax dramático. Pero Atkinson todavía se ha reservado alguna sorpresa.

Editorial Circe
Traducción de Patricia Antón


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Vidas minúsculas, de Pierre Michon



Si la literatura fuera una ciencia, sería curioso estudiar la proporción de libros, sobre todo franceses, que deben su existencia a Vidas minúsculas. Se podría argumentar que este libro ha propiciado la aparición de un nuevo género, y con él una generación de escritores que han abandonado la ficción en busca quizá de una mayor pureza, pero que sobre todo han encontrado un medio de expresarse en primera persona sin pudor, pero también sin vanidad.

En cualquier caso, el estilo de Pierre Michon tampoco aparece de la nada. Su referente más claro, ya desde el título, es Marcel Schwob. Y tampoco nos interesa aquí introducirnos en la Historia de la Literatura en busca de padres e hijos o hijos sin hijos. La consideración de Vidas minúsculas como obra clave de la literatura contemporánea es intrínseca, y no valorable por su descendencia.




Es cierto que la lectura de libro no es cómoda, sino más bien áspera, morosa. Michon, que sabe muy bien adónde va, se demora no ya en historias sin principio ni fin, sino en frases que parecen que buscan su sentido mientras se van formando. El estilo se convierte en el sentido del libro, pero no de manera exhibicionista o vanamente virtuosa, sino que se revela como la única manera posible de llegar a lo que el autor quiere.

Se dice que a través de las pequeñas biografías de seres que nunca merecerían la atención de los estudiosos, Michon perfila su propia vida. Pero lo que realmente nos interesa es su visión, no su protagonismo. Porque si el escritor está siempre presente, no es como un dios todopoderoso, sino en todo caso como un ángel vigilante. Y las criaturas (no sus criaturas) son retratadas en toda su humanidad. Pequeña humanidad.


Editorial Anagrama
Traducción de Flora Botton-Burlá


martes, 10 de septiembre de 2013

Las vidas de Joseph Conrad, de John Stape


Con una cantidad ingente de documentos a disposición y testimonios de todo tipo, a menudo las biografías se convierten en unas descripciones tan minuciosas que sabemos qué desayunó cada día de su vida el protagonista del libro. Pero lo normal es que el lector no esté interesado hasta ese punto en conocer los entresijos cotidianos del biografiado. Por eso es de agradecer la labor de síntesis de John Stape respecto a JosephConrad. Sin perder en precisión ni pasar por alto ningún hecho relevante, convierte su libro en un retrato accesible y completo de uno de los más grandes escritores en inglés de los últimos 150 años.

Stape también reconoce en el prólogo a Las vidas de Joseph Conrad que su libro no es un estudio literario. Sus apreciaciones sobre la obra de Conrad son escuetas y generales. Stape se centra en ese complejo, admirable, imperfecto ser humano que fue Conrad. Con un cuidado equilibrio, el autor evita caer en la hagiografía, pero tampoco se decanta por las biografías viperinas tan de moda últimamente. Ofrece un semblante matizado gracias al cual podemos conocer a la persona y valorar sus esfuerzos para conseguir un lugar en el mundo, sin que se nos prive de conocer sus aspectos más cuestionables.




El amplio círculo de amistades y conocidos de Conrad también facilita que a través del libro el lector recorra un amplio panorama de la vida intelectual británica de finales de la época victoriana y principios del siglo XX. Desde gigantes de las letras como Henry James o Ford Madox Ford hasta una caterva de tipos de todas las clases hoy olvidados, la profesionalidad e ironía de Stape nos permite atisbar más allá de la figura de Conrad y conocer un mundo fascinante.

Desde el principio el escepticismo de Stape también desmonta algunos mitos que han rodeado a Conrad (como, por poner un ejemplo cercano, su colaboración con los carlistas como contrabandista de armas). Tan poco de fiar son las reseñas de sus conocidos como las numerosas cartas del propio Conrad, por lo que queda es una ardua labor de criba, confrontación, investigación y resumen. Y Stape nos franquea un acceso confiable y de lectura feliz.

Editorial Lumen
Traducción de Ramón Vilà

viernes, 6 de septiembre de 2013

La esposa imperfecta, de W. Somerset Maugham



Con el paso del tiempo, la mayor debilidad de W. Somerset Maugham quizá se haya convertido en su mejor cualidad. Como le pasa a muchos escritores británicos, una vez enfrentado a los grandes temas, su incapacidad para tomarse nada en serio hace que prevalezca la ironía y que lo que podría haber sido una gran novela se quede en novelita.

En sus obras más ambiciosas, como El filo de la navaja o Servidumbre humana, Maugham apartó ese pudor en busca del “gran tema”, y por eso hoy estas novelas son más difíciles de apreciar. Pero cuando cubría sus narraciones con un velo de sarcasmo y las inyectaba con buenas dosis de superficialidad, las dotaba de un encanta que todavía perdura.




La esposa imperfecta (traducción libre de Cakes and Ale) es una muestra del mejor Maugham (al parecer era su novela preferida). Como novela en clave ya no tiene mucho sentido, pues muchos de sus personajes son difíciles de identificar, pero como relato de los cambios de una sociedad encorsetada y como retrato de unos personajes marginales y transgresores, sigue teniendo plena vigencia.

La estructura de la novela puede parecer deslavazada, llena de meandros y sin un punto focal preciso. Pero es que lo más placentero de la lectura está en el punto de vista de su narrador (una vez más, un trasunto de Maugham), sus descripciones puntillosas y malvadas, sus caracterizaciones siempre afiladas, su buen gusto y su manera de dar la vuelta a los lugares comunes.


Editorial Zeta
Traducción de M. E. Antonini



jueves, 5 de septiembre de 2013

Personne, de Gwenaëlle Aubry


Es cada vez más habitual (aunque en ningún caso novedoso) que las obras de ficción introduzcan personajes con alguna enfermedad mental. Últimamente los trastornos más habituales son la bipolaridad y el síndrome de Asperger, y se suelen tratar a menudo con superficialidad, a veces con respeto, otras como un cliché. Pero es en las obras de no ficción cuando estas patologías adquieren su verdadera dimensión, cuando pueden ser realmente entendidas como el drama que suponen, cuando pueden ser vistas como las experiencias traumáticas que realmente son.

En Personne (Nadie) Gwenaëlle Aubry narra con extrema empatía su investigación sobre la locura de su padre (de hecho, es el complemente perfecto a Nada seopone a la noche, libro similar de Delphine de Vigan sobre la enfermedad de su madre). Es difícil imaginar lo que supone escribir un libro así, convertido casi en una obligación, un intento de homenaje, de recuperación, teñido de arrepentimiento, pero sobre todo de amor.



Para intentar dar algo de orden a lo que podría convertirse en un torbellino de emociones, Aubry estructura el libro en 26 capítulos correspondientes a las letras del alfabeto francés. Tomando como referencia un texto autobiográfico de su padre, va relatando las experiencias vividas desde su niñez y la de su padre hasta la muerte de este. Sus cambios repentinos, sus pasos de la exaltación al deterioro implacable, sus intentos por convertirse en alguien, cuando tiene que luchar por domar a todas las personalidades que viven en su interior.

La escritura de Aubry tampoco es fácil. Elabora largas frases en las que la continuidad está dada por el sentimiento, y no por la descripción. Los vaivenes cronológicos se amoldan a un relato emocional y no narrativo. Pero tiene una fuerza poética, un desgarro vívido, que amarra al lector hasta dejarlo seco. Esperemos que pronto dispongamos de una versión en español para descubrir a esta autora muy personal y creíble.

Editorial Folio

martes, 3 de septiembre de 2013

Sueños olvidados, de Stefan Zweig


Pese a ser una minúscula muestra de la extensísima obra de Stefan Zweig, los cuentos reunidos en Sueños olvidados ofrecen una variada panorámica de su carrera literaria. La selección comienza con el breve relato que da nombre a la colección, escrito cuando el autor contaba con tan solo 19 años, y que junto a La estrella sobre el bosque refleja un periodo de aprendizaje influenciado por los autores rusos del XIX (especialmente Chéjov) y que adolecen de cierto romanticismo ramplón.

En Historia en la penumbra Zweig ya muestra un mayor dominio de su oficio y la narración mezcla restos de ese romanticismo juvenil con un desengaño más pronunciado y una gran habilidad para la recreación de ambientes en los que se mezcla el mundo onírico y la fantasía amorosa. El primer gran relato de los reunidos es Angustia, donde el autor expresa su perspicacia psicologista y logra atrapar al lector en una historia de vergüenza y arrepentimiento.




El lado más tierno y conmovedor de Zweig se refleja en esa joyita que es La colección invisible, una obra maestra de la delicadeza que en ningún momento cae en el sentimentalismo. Confusión de sentimientos es casi una novela corta que arraiga en la tradición muy germánica de la novela de formación. Sus personajes están perfectamente dibujados y el desarrollo de la trama está cuidadosamente medido, sin que por ello se dejen ver las costuras del diseño.

Para concluir, Mendel, el de los libros, es un breve compendio de lo mejor de Zweig. Al principio recuerda a Funes el memorioso de Borges, pero enseguida entramos en el reconocible mundo de Zweig. Un mundo terriblemente triste, en el que las mejores personas son maltratadas sin compasión. Pero también un mundo en el que siempre queda le redención, que en esta ocasión, y de manera fabulosa, se produce a través de los libros.

Editorial Alba
Traducción de Genoveva Dieterich


lunes, 2 de septiembre de 2013

Las inclemencias del tiempo, de Andrés Trapiello


Se suele decir que todos los tomos de los diarios de Andrés Trapiello son más o menos iguales. Pero esto no debería llevarnos a la conclusión de que “leído uno, leídos todos”, porque más bien sería “leído uno, hay que leerlos todos”. En cualquier caso, con Las inclemencias del tiempo hemos hecho un pequeño experimento llevados por las circunstancias: ya habíamos leído varios de los diarios posteriores, pero hemos recuperado este de 1996 que habíamos dejado colgado. Y efectivamente, no es nada grave, podemos continuar por el camino tras pasar por este recodo. 

Los escenarios son los mismos, los personajes tras las X. también, y el deambular de Trapiello por las páginas y la vida son los habituales. Da igual el año en el que estemos, su paso casi bipolar de la exaltación de la felicidad (expresado en un inolvidable viaje a Roma con su familia) a la más desesperada melancolía (anhelos de tragedia en sus desvíos solitarios), pasando por episodios de una comicidad grotesca (la excursión a una “cueva” prehistórica en Zaragoza) son los mismos a los que el lector ya está acostumbrado.





A veces, en esta relación de casi amistad a distancia, uno se enfada con Trapiello. No podemos comprender cómo una persona de su sensibilidad puede ser tan excluyente. No le gusta el teatro, así de genérico. Pocos músicos y nada remotamente moderno. Sus gustos cinematográficos son más exigentes que los del crítico más cínico. Su predilección por autores de segunda o tercera fila son tan llamativos que en otro se tomarían por impostura. Sus opiniones a veces son campanudas, con un punto de exageración que mueve a la sonrisa, pero da un poco de reparo el que se muestre tan limitado en sus gustos.

Pero son discusiones menores. A lo largo de muchos años hemos aprendido a conocer a Trapiello, o al menos a su personaje, y le tenemos tanto cariño como si fuera de la familia. Sabemos cómo tratarle y cuándo tomarle en serio. Sabemos que vamos a estar junto a él todo el tiempo que podamos. Y si no tenemos la suerte de conocerle en persona, al menos sabemos que así nunca vamos a separarnos.  


Editorial Pre-Textos

Libros para todos