jueves, 31 de octubre de 2013

Lluvia roja, de Cees Nooteboom


Una conversación con Cees Nooteboom debe de ser una gozada. Pocas personas habrá con tantas experiencias interesantes que contar, con una vida larga y una afición por los viajes que le han hecho recorrer todo el mundo acumulando vivencias y anécdotas. Pero casi todavía más difícil de encontrar es alguien con su maestría en la narración, su habilidad para percatarse de los detalles en apariencia más insignificantes o para retratar a personas de una manera tan coloreada que los convierte en personajes memorables.

Y Lluvia roja es algo bastante parecido a una conversación. Nooteboom habla de lo que le apetece, toma desvíos inesperados y se deja llevar por digresiones sorprendentes. Empieza el libro desde su retiro estival de Menorca y a través de saltos en el tiempo y en el espacio, como si fuera el Doctor Who, repasa algunos momentos destacados de su trayectoria como viajero y escritor. Es decir, de su apasionante vida.

El lector le acompaña siempre con una sonrisa, esperando saber más sobre sus aventuras, pero conformándose con sus pinceladas. Nooteboom tiene otros libros para entrar en profundidades. Aquí se limita a bosquejar algunas viñetas y perfilar algunos retratos. No es poco. Es una tarde en la mejor compañía.

Editorial Siruela
Traducción de Isabel-Clara Lorda Vidal

miércoles, 30 de octubre de 2013

Asiles de fous, de Régis Jauffret


Muchas veces, después de leer un libro extraño o incomprensible, decimos que es “una novela de locos”. En el caso de Asiles de fous (Asilos de locos), lo que nos cuenta Régis Jauffret no es una excentricidad o un mundo disparatado. Pero lo que sucede es tan turbador, tan peculiar dentro de la cotidianidad, que se convierte realmente en una novela de locos.

La historia es sencilla: una ruptura sentimental. Pero el relato de la misma es una sucesión de hechos y comentarios que no dejan tranquilo al lector, que le sorprenden con una visión esquizofrénica de la realidad, que perturban por lo cercana que resulta esa línea entre lo normal y lo patológico.




El mayor logro de Jauffret está en su mezcla entre terror y comicidad. Porque lo que cuenta es tan cercano como una familia cualquiera. Una familia que ha llevado sus obsesiones un poco demasiado lejos y que se ha alejado de la realidad para caer en la paranoia. Y ahí es donde se produce el horror. Pero el lector no puede parar de reír con sus monólogos airados y su modo de contar la historia desde una perspectiva distorsionada e hilarante.

Jauffret se esfuerza por disolverse en la narración, hasta el punto de que un personaje confiesa que él no es el autor del libro, que se ha limitado a firmar sin ni tan siquiera leerlo. Pero es que los personajes también cobran vida a través de las palabras, sin necesidad de encarnarse. Esta vez no es un juego metaliterario, es la mejor manera de expresar la confusión entre realidad y enajenación.

Editorial Folio

martes, 29 de octubre de 2013

Los recuerdos, de David Foenkinos


Como su propio título indica, la novela Los recuerdos está estructurada a través de diversas rememoraciones. La historia principal es la de la relación del protagonista, un aspirante a novelista bastante perdido, con sus familiares y su novia, a los que representa como seres creados por su memoria, caracterizados por las escenas que han marcado su vida.

Pero en la novela de David Foenkinos también aparecen los recuerdos de personajes célebres de todo tipo, desde Serge Gainsbourg hasta Claude Lelouch, cuyas anécdotas tienen un valor sentimental o reflexivo sobre el recuerdo; y otros personajes secundarios que narran sus pequeñas historias como si se tratara de fábulas.




Lo más curioso es que el libro en sí también parece un recuerdo, un reflejo, de multitud de novelas y películas francesas. Es como si el lector ya hubiera leído el libro y ahora se limite a recuperar sensaciones, a reconocer una historia clásica y de aroma inconfundiblemente romántico. En el mejor de los casos, incluso podrá reconocerse a sí mismo.

El éxito de Foenkinos entre los lectores es fácilmente explicable. La lectura de Los recuerdos es ágil, las historias familiares y amorosas atrapan y sus gotas de humor son bienvenidas. Que también goce del favor de gran parte de la crítica y de los premios literarios se justifica por su soltura en la narración y su habilidad para encajar todo tipo de recursos literarios con el descaro de quien se cree el primero en utilizarlos.

Editorial Seix Barral
Traducción de Isabel González-Gallarza

lunes, 28 de octubre de 2013

Jinete Nocturno (I)

JINETE NOCTURNO
PRIMERA PARTE


1


Nada más ver a Sophie supo que sus planes para pasar una noche tranquila se habían ido al traste. Estaba mirándose al espejo con un aire entre abstraído e insatisfecho, con un vestido negro y unas medias del mismo color, pero descalza. Las puertas del vestidor estaban abiertas y el revoltijo que había en el suelo y en la cama hacía fácil adivinar que Sophie llevaba unas cuantas horas probando diferentes combinaciones para dar con el conjunto perfecto.


-Me vas a matar -dijo Tom apartando faldas y blusas de la cama para poder sentarse-, pero no recuerdo qué cita teníamos para esta noche.


Ella tardó unos momentos en volver a la realidad y después miró a su marido con lástima.


-Oh, petit con, no te preocupes, no te había dicho nada.


Con el tiempo Tom se había acostumbrado a que Sophie le llamara tontito y ya no le molestaba, pero lo que seguía sin poder soportar era que hiciera planes sin consultarle y luego se los impusiera con la mayor naturalidad.


-Bueno, pues quizá ahora sea el momento de que me desveles la sorpresa.


Sophie volvió a apartar los ojos del espejo para mirar a Tom, sonrió con inocencia y se lanzó encima de él para apabullarle a besos. Tom volvió a ejercer sus dotes adivinatorias y supuso que lo que le esperaba no iba a ser tan agradable. Sophie sabía como endulzarle los disgustos.


-Mon chéri, los Morgan nos han invitado, y como hace tanto tiempo que no los vemos...


Tom empujó a Sophie de su lado y no dejó que acabara la frase. Esto era peor de lo que había imaginado. Los Morgan eran una pareja de pedantes artistófilos aficionados a celebrar insufribles veladas culturales en los que todo el mundo acostumbraba a hablar de temas elevados y citaba las últimas corrientes creativas de media Europa, todo ello sin mover el labio superior, mientras sonaba una endemoniada música atonal.


-No, Sophie, puedo tolerar muchas cosas, pero no volveré a pasar una noche en casa de los Morgan. La última vez casi mato a la pareja y no quiero volver a poner a mis nervios a prueba.


Sophie hizo algunos mohínes que sabía que en otras circunstancias le habían ayudado a salirse con la suya, pero esta vez los reparos de Tom eran demasiado fuertes como para salir triunfante con tanta facilidad.


-Pero mon coeur, nunca te pido nada...


-Oh là là...


-Si hace... ¿cuántos meses que no vemos a los Morgan?


-¡Como si hace lustros! Tendrías que drogarme y atarme para poder arrastrarme otra vez a esa maldita casa de Chelsea.


Ante los amagos de echarse a llorar de Sophie, Tom decidió que era el momento de largarse de la habitación ante de que las cosas se pusieran desagradables. Ya estaba abriendo la puerta del dormitorio cuando escuchó la voz lastimera de su mujer.


-Y yo que había comprado esto para darte las gracias por ser tan comprensivo y amable. Hèlas, supongo que ahora ya no habrá nada que agradecer.


Tom supo que no debía darse la vuelta, que si lo hacía estaría perdido sin remisión, pero no pudo evitarlo. Al mirar a Sophie vio que ésta se había quitado el vestido y que sólo llevaba encima la mejor lencería que París puede ofrecer.


-Como soléis decir los franceses, me rindo.


2


La simpatía que Tom sentía por los Morgan era recíproca, por lo que el recibimiento que éstos le depararon fue tan frío que después de darles la mano sintió que los dedos se habían convertido en témpanos. Para calentarse, se dirigió sin miramientos a por una reconfortante bebida. Por suerte la moda abstemia había pasado y podía elegir entre una amplía gama de cócteles nativos e importados. Sin preguntar a nadie, se bebió de un trago lo primero que logró alcanzar. No estaba mal, así que probó de nuevo.


-A mí también me encanta el Hell Ice -le dijo alguien a quien no creía haber visto en su vida mientras hacía un gesto para que el camarero le diera otro de lo mismo.


-¿Hell Ice? Creo que es el peor nombre de cóctel que he oído.


-Sí, y eso que tiene competencia. Por cierto, creo que no nos conocemos, me llamo David Gaunt.


-Tom Winder, encantado.


-¿Es usted artista?


Y dijo la palabra “artista” con una entonación que no dejaba lugar a dudas sobre la opinión que le merecía este gremio.


-No, en absoluto -respondió Tom causando un visible alivio a Gaunt.


-Menos mal, no soporto a toda esa camarilla de los Morgan, son todos una atajo de esnobs malcriados que te miran por encima del hombro.


Aunque Tom pensaba lo mismo, había algo desagradable en el tono de Gaunt que le hacía sentirse incómodo en su compañía. Por eso ya estaba planeando una excusa para alejarse de él, cuando sintió que le cogía de la manga. Algo que, sin duda, ninguno de los distinguidos amigos de los Morgan habría osado hacer.


-Y, dígame, Winder, ¿a qué se dedica?


-Importo vino francés.


-Hmmm... qué interesante. Ya sabe lo que se dice, ellos saben hacerlo y nosotros sabemos beberlo.


Tom se esforzó poco en simular una sonrisa. Según sus cuentas, era la persona numero quinientos setenta y tres que hacía la misma broma cuando él declaraba su oficio. Tenía pensado que al llegar al número mil regalaría al chistoso una botella conmemorativa.


-¿Y usted en qué trabaja? -a Tom no le importaba lo más mínimo, pero se sentía obligado a cumplir unas mínimas normas de cortesía. Si no, luego Sophie le acusaría de ser un asocial y se pondría de morros.


-Alto Secreto -respondió Gaunt carcajeándose y guiñando un ojo a Tom-. En realidad me dedico al sector bancario, aunque en estos días no sé si mi oficio está muy bien visto. Por suerte los malditos laboristas ya se han ido y ahora podremos volver a poner las cosas en su sitio.


Tom se sentía cada vez más incómodo y pensó que después de todo quizá no está tan mal tener que soportar las herméticas digresiones de un aficionado al arte primitivista de Java.


-Lo que pasa -reinició su perorata Gaunt tras dar un trago a su cóctel- es que mi mujer es muy aficionada a esto del mundo del arte y tiene ínfulas de mecenas. Yo ya le digo, con su dinero que haga lo que quiera, pero a mí que no me meta -y volvió a carcajearse y a guiñar un ojo, lo que hizo pensar a Tom que quizá se tratara de un tic-. Eso sí, un poco de publicidad tampoco viene mal. Después de todo, muchos de estos, o al menos de sus padres, tienen dinero a espuertas, si se puede hacer algún negocio, tampoco vamos a ser los tontos del pueblo.


-No, claro que no -Tom ya no sabía dónde meterse y rezaba interiormente para que aquel performer que la última vez se había pasado la velada intentando explicarle las maravillas de la automutilación creativa se hiciera presente y se llevara a Gaunt de su lado.


-Bueno, ésa es mi excusa, ¿cuál es la suya?


-Algo parecido. Mi mujer es una gran aficionada al arte y a veces me hace acompañarla a estos sitios.


-Cherchez la femme -dijo Gaunt con un atroz acento francés.


-Nunca mejor dicho. Mi mujer es francesa.


Y como si estas palabras hubieran servido de conjuro, Sophie se presentó a su lado. Tom vio como Gaunt a duras penas pudo aguantarse sus ganas de silbar, y tras presentarle a su mujer, hizo la señal que ambos habían convenido muchas fiestas atrás para que cuando uno de los dos se encontrara en peligro, el otro acudiera en su ayuda.


-Mon chéri, siento alejarte de tu amigo, pero es absolutamente necesario que vengas conmigo. Estamos teniendo una disputa acharnée y sólo tú puedes decidir quién lleva razón.


Tom miró a Gaunt intentando transmitirle su decepción y le dio la mano mientras ya daba los primeros pasos que le alejaban de él.


-En fin, encantado de haberle conocido. Ya nos veremos.


-Seguro que sí. Hasta pronto.


3


-La combinación que hace en su última película de luces y sonidos psicotrópicos logra que el espectador permanezca apabullado sin poder reaccionar ante la avalancha de sensaciones...


-Sin embargo creo que la primera exposición que hizo en Against, cuando nadie le conocía, era mucho más audaz, ahora se ha vendido al mainstream y gusta hasta a los lerdos de la City...


-El concierto empezó con una explosión de ruido que nos dejó fulminados desde el principio y ya no pudimos recuperar nuestra sensibilidad hasta que llegaron los bises, fue una vivencia extraordinaria...


Según iba pasando por los corrillos de invitados, Tom escuchaba retazos de conversaciones tan tópicas que, pese a sus años de experiencia, no dejaban de sorprenderle. Los mismos clichés repetidos una y otra vez como si fuera la primera vez que se decían, los mismos lugares comunes expresados con una convicción de originalidad que ni tan siquiera daban pie a la parodia. Por fin Sophie detuvo la gira y le presentó a Mark y Jack, una pareja de pintores que llevaban el mismo corte de pelo, las mismas gafas y el mismo traje.


-Seguro que te acuerdas de Mark y Jack, fuimos a ver su antología en la Tate Modern.


-Cómo olvidarla, fue una vivencia extraordinaria -obviamente, Tom no tenía ni idea de lo que le estaba contando-. Una pareja de gemelos pintores debe de ser un caso único en la historia del arte.


Mark y Jack se rieron con desprecio, mientras Sophie bajo la mirada.


-Seguro que lo es -dijo uno de ellos-, pero nosotros no somos gemelos. Sólo somos amantes.


Y para demostrar algo se cogieron de la mano.


Tom abrió la boca sin saber qué iba a decir, cuando oyó sonar su móvil. Sin duda era su noche de suerte. La melodía que salía de su teléfono era la de Love Will Tear Us Apart, por lo que tanto él como Sophie supieron de inmediato que la cosa era importante. Tom se disculpó y se fue a un lugar apartado para responder, aunque todo era un juego, no había nadie al otro lado de la línea. Cuando pensó que ya había hecho el paripé el tiempo suficiente, volvió junto a su mujer.


-Lo siento, cariño, pero ya sabes lo que esa llamada significa. Tengo que irme de inmediato.


-Por favor, Tom, no me hagas esto -dijo Sophie acariciándole el brazo-. Esta noche es muy importante para mí y quiero que te quedes a mi lado.


-Échale la culpa a tus compatriotas, a nosotros nunca se nos ocurriría organizar citas a estas horas, pero ya sabes cómo son los continentales.


-Al menos prométeme que no vas a tardar mucho.


-Me gustaría, pero no puedo hacerlo. Si me llaman tan tarde es porque es algo grave, seguro que algún francesito la ha vuelto a pifiar. Ya te llamaré para decirte lo que sea. No te puedes imaginar cuánto siento tener que irme. Pásatelo bien.


-Cochon.


viernes, 25 de octubre de 2013

El arte de la vida, de Zigmunt Bauman


Un título como El arte de la vida puede hacer pensar en libros de autoayuda. Aprende a conocerte, a vivir contigo mismo, a hacer algo de tu existencia. Pero nada más alejado del propósito de Zygmunt Bauman. En realidad el libro es una análisis crítico de la sociedad actual, esa sociedad líquida, según el concepto más popular de Bauman.

En lugar de pretender que el lector se sienta mejor, lo que quiere Bauman es que piense, que reflexione sobre su vida, que no dé nada por sentado. Y lo que es más difícil: que se esfuerce. Porque para él, como para los filósofos clásicos, nada obtenido sin esfuerzo merece la pena. De esto puede desprenderse cierto moralismo, y es cierto que el tono de Bauman es a menudo admonitorio. Pero también es cierto que sería difícil discrepar de su análisis y de sus conclusiones.

El punto más discutible de su propuesta es la ausencia casi total de referentes científicos. Toda su argumentación se sustenta en apreciaciones propias y en algunas encuestas, pero da la sensación de que falta soporte fáctico. Podemos coincidir con lo que dice y sin duda es un libro que invita a replantearse algunas actitudes, pero a estas alturas, el discurso de Bauman ha quedado en cierta medida desbordado por los avances en la ciencia del comportamiento.

Editorial Paidós
Traducción de Dolors Udina

jueves, 24 de octubre de 2013

La casa redonda, de Louise Erdrich



Aunque en apariencia La casa redonda cuenta una historia clásica, sería difícil clasificarla en un género concreto. Al empezar su lectura parece que entramos en el reconocible mundo de las novelas de formación, de la estirpe de Mark Twain: años 80, un niño indio americano disfruta de sus vacaciones cuando un terrible suceso pone su vida patas arriba.

Pero pronto Louise Erdrich deja claro que las cosas no son tan sencillas. El libro se puede leer también como una novela de misterio (hay un crimen y una investigación); como una novela social (el racismo latente de la sociedad); como una novela política (la incomprensible maraña judicial que desencadena la tragedia); y también como una fábula con un poderoso peso simbólico ya perceptible desde el título.

Erdrich tiene la habilidad para combinar todos estos tonos sin que se produzca un efecto pastiche. Su protagonista adolescente es creíble y su punto de vista, situado en esa línea de sombra en la que un mundo totalmente nuevo empieza a vislumbrarse, mantiene en todo momento la coherencia y una perspectiva personal.

Editorial Siruela
Traducción de Susana de la Higuera Glynne-Jones

martes, 22 de octubre de 2013

La mente de un mnemonista, de A. R. Luria


Guillermo Rendueles cuenta en la introducción de este La mente de un mnemonista la confusión que llevó al gran psicólogo Alexander Luria a pensar que Borges se había basado en su estudio sobre el gran memorión S. para escribir su famoso cuento Funes el memorioso... aunque este fuera publicado 20 años antes. En cualquier caso, es imposible leer el libro de Luria sin pensar en el personaje borgiano.

S. es un sujeto con una capacidad asombrosa: recordar todo lo que ve, todo lo que lee, todo lo que le rodea. Y Luria, con una minuciosidad científica, pero también con una soltura de gran narrador, nos lo presenta no como un caso clínico, sino como una persona. Alguien con un don extraordinario, pero también con una pesada rémora que le dificulta la vida.




La capacidad memorística de S. puede parecer envidiable a primera vista, pero cuando conocemos su verdadera existencia, ya no lo es tanto. Sobre todo, es llamativo el dolor que puede provocar la incapacidad para olvidar. Algo tan “natural” que se convierte en un imposible para S. Y solo imaginar una vida en la que es imposible el olvido ya suena a tortura.

Luria ha sido reivindicado y en alguna medida resucitado por Oliver Sacks, reconocido admirador y valedor de su obra. Y las interconexiones se hacen evidentes. Aunque no tenga el sentido del humor de Sacks ni su ánimo divulgativo, Luria tampoco se dirige específicamente a especialistas. Su escritura es accesible y su aproximación a la figura de S. se percibe sensible y respetuosa.

Editorial KRK
Traducción de Lydia Kúper Fridman

lunes, 21 de octubre de 2013

La realidad, de Benito P. Galdós


Tras haber presentado a los personajes y la trama en La incógnita a través de una narración epistolar, Galdós se pone un nuevo reto y decide contar la misma historia en La realidad desde otro punto de vista y usando la complicada técnica de la novela dialogada. Casi parece un ejercicio de masoquismo, ya que pocos métodos parecen más arduos que el de estructurar una narración simplemente a base de conversaciones y algunos soliloquios.

Es cierto que esta vez la jugada no le sale del todo redonda al maestro y en algunas ocasiones se hace trampas, como esas largas introspecciones demasiado explicativas, o cuando los personajes se ponen a hablar consigo mismos rodeados de gente, como apartes teatrales demasiado estirados. Pero la tour de force galdosiana es como siempre deslumbrante.

La trama también esconde sus sorpresas. Si La incógnita se trataba de una novela policíaca avant la lettre, en La realidad nos encontramos con una innovadora historia de fantasmas. Los espectros aparecen con perfecta presencia humana y ejercen un papel de conciencia delatora. En el fondo, la trama criminal es lo de menos. Lo más profundo es la lucha interna entre los personajes, casi una cuestión calderoniana sobre el honor, pero puesta al día por la afilada perspicacia de Galdós.

Editorial Aguilar

viernes, 18 de octubre de 2013

La espantosa intimidad de Maxwell Sim, de Jonathan Coe


Situar como protagonista de un libro “cómico” a una persona totalmente deprimida y a la que no paran de sucederle cosas horribles parece una elección arriesgada. Sobre todo si, como es el caso de La espantosa intimidadde Maxwell Sim, no se trata de machacar a ese protagonista o burlarse de él, sino de llegar a comprenderlo y acompañarlo.

Por eso, aunque la novela de Jonathan Coe entronca con una larga tradición británica que lleva a Caída y auge de Reginald Perrin y mucho más allá, y que se podría calificar como “la ridícula crisis de mediana edad masculina”, en realidad se trata de algo mucho más ambicioso, en el mejor sentido de la palabra. No es solo pasar el rato ridiculizando a alguien, sino seguir su viaje sentimental por los lugares, recuerdos y personas que han contribuido a formar su personalidad.




En algún momento de la novela se puede temer que Coe caíga en el simbolismo, en convertir a Maxwell Sim en una metáfora de la decadencia de Inglaterra. Pero por suerte la tentación pasa de largo, porque ninguna vida es una metáfora de nada. Por cierto, que la evocación de John Fowles y La mujer del teniente francés también se deja ver en la coda de la novela, en nuestra opinión innecesaria. Puede parecer un juego estimulante, pero queda un poco así.

Editorial Anagrama
Traducción de Javier Lacruz

miércoles, 16 de octubre de 2013

Ángeles rebeldes, de Robertson Davies


Al leer los libros de Robertson Davies se tiene la sensación de que son mucho más antiguos de lo que realmente son. Y no porque sean anticuados o pasados de moda, todo lo contrario. Quizá sea el aroma de los clásicos.

Este Ángeles rebeldes, por ejemplo, fue publicado en 1981, pero si no conociéramos este dato, nos sería difícil situar su acción en una época determinada. A esta sensación de atemporalidad contribuye el hecho de que la acción se desarrolle en una universidad, espacio aislado y cerrado como pocos.




Sin embargo, de lo que no hay ninguna duda es de que su autor es Davies. Enseguida reconocemos sus personajes complejos y algo excéntricos; su querencia por las tramas en las que lo banal (un testamento, cliché novelístico donde los haya) se convierte en una cuestión trascendental. Y no en un sentido puramente especulativo o grandilocuente, sino lleno de vida.

Porque los personajes de Davies son reconociblemente humanos. Con sus grandezas y miserias, sus confesiones desprejuiciadas y sus ambiciones muy terrenales. Y todo ello transcurre con una naturalidad que solo un gran novelista sabe cómo alcanzar. Lo más extraordinario sucede de la manera más cotidiana, como sin querer llamar la atención. Así, el lector llega al final de la narración casi sin darse cuenta, abstraído del mundo e inmerso en una realidad que puede ser mucho más poderosa. Por suerte, Ángeles rebeldes es solo la primera parte de la Trilogía de Cornish.


Editorial Libros del Asteroide
Traducción de Concha Cardeñoso

lunes, 14 de octubre de 2013

La incógnita, de Benito Pérez Galdós


Para algunos (especialmente para quienes no le han leído) Galdós es muy predecible. Historias costumbristas y melodramas con personajes que hablan antiguo. Pero acercarse a la obra de Galdós supone una sorpresa constante. Cuando creías que ya le habías calado, te salta con otra vuelta de tuerca con la que demuestra no solo que es el mejor escritor en español junto a Cervantes, sino uno de los grandes creadores de la literatura universal. 

La incógnita es una novela epistolar con un solo punto de vista. Es decir, es un solo personaje, Manolo Infante, el que escribe las cartas. Infante acaba de llegar a Madrid en calidad de diputado desde Orbajosa, y escribe al pobre Equis, que se ha tenido que quedar allí, sobre las personas a las que conoce en la corte, centrándose en su tío Carlos de Cisneros y su prima Augusta. Su estilo es salado, chispeante, repleto de detalles coloristas que entretengan a su corresponsal. 




La primera parte del libro es llamativa por su falta de trama. Infante se limita a describir a estos personajes que se va encontrando, trata de desenredar las diversas uniones que los empareja y se entretiene con lo que parece ser la incógnita del libro: el virtuosismo o hipocresía de Augusta. Es casi un relato neorrealista en el que lo importante no es lo que pasa, pues no pasa nada, sino el describir una forma de vida y unos caracteres complejos.

Pero cuando la novela ya ha sobrepasado con creces su primera mitad, sucede lo inesperado: un crimen. Entonces la incógnita pasa a ser quién ha cometido el asesinato, e Infante deviene en un protodetective que busca la resolución del caso. Al final del libro, la primera incógnita queda resuelta. Para desvelar el misterio del crimen tendremos que esperar a La realidad

Editorial Aguilar

Libros para todos  

viernes, 11 de octubre de 2013

Cuentos extraños, de May Sinclair


Cuando nos encontramos con un autor olvidado, deslumbrante en su originalidad, inquietante en su oficio, solemos decir que parece una invención de Borges. Pero con May Sinclair los términos se invierten y la duda que nos surge es si Borges no será una invención suya. Entre estos Cuentos extraños, tan extraños como extraordinarios, nos encontramos junto a otras sorpresas con una premonición de El Aleph en El hallazgo del absoluto que no deja de ser sugerente.

La colección se abre con Vida y muerte de Harriett Frean, que parece una introducción suave a lo que está a punto de pasar. Pero en este relato ya encontramos los rasgos característicos de Sinclair. Lo más llamativo y turbador es penetrar en este mundo de bondad en el que precisamente la pureza puede abrir las puertas de lo maligno. Esta impresión se manifiesta más expresivamente todavía en La grieta en el cristal. En este y otros cuentos Sinclair recuerda a Kipling, con estos cuentos misteriosos en los que el lector nunca tiene toda la información, donde la nebulosa y la perturbación se imponen a la comprensión coherente.




En estas historias también abundan los fantasmas. Pero no se trata de estos seres que pasan el rato asustando, sino que mantienen sus pasiones humanas, ya sea para entrometerse en la vida de los vivos haciéndoles sufrir (Si los muertos supieran), impidiendo que se alejen (El obsequio) o ayudando a sus propios verdugos (La víctima). Simbólicamente, los fantasmas ejercen como la conciencia de los vivos, como un recordatorio, una advertencia o un apoyo.

Una palabra que nunca aparece en los cuentos pero que es clave en su interpretación es “pecado”. El combate entre la formación ultra religiosa de Sinclair y su ruptura con los dogmas produce un conflicto de creencias de resultados chocantes. Por una parte esta el ímpetu de libertad, la búsqueda de la felicidad y la belleza, y por otro la mala conciencia, el pecado, las restricciones sociales. Pero en el mundo maravilloso de Sinclair este desgarro es expuesto de una manera tan personal como conmovedora.


Editorial Alba
Traducción de Amado Diéguez

miércoles, 9 de octubre de 2013

París, capital de la modernidad, de David Harvey


Si se quieren conocer los orígenes del París actual, hay que remontarse al Segundo Imperio (1852-1870), época en la que Napoleón III, con la ayuda de Haussmann , convirtió la capital de Francia en la capital de Europa y centro de la mayoría de las innovaciones artísticas que surgieron en el continente, al menos hasta la Segunda Guerra Mundial.

Pero el esplendor del que podemos disfrutar hoy y que otorgó a París una aureola de ciudad modélica, está fundada sobre el autoritarismo, la ruptura más o menos gradual con la tradición y el sacrificio de sus habitantes más débiles. En París, capital de la modernidad, David Harvey retrata un periodo despótico en el que la ideas grandilocuentes y a menudo vacías de contenido se imponían sobre las necesidades reales de una población famélica y humillada, el mismo pueblo que, de manera más romántica, retrató Victor Hugo en Los miserables.




Aunque la aproximación de Harvey al tema de la refundación de París es marxista, con un amplio apartado de estadísticas, datos demográficos, estudio de clases, etc., tampoco abandona el sabor de época citando ampliamente a escritores de ese periodo, (y especialmente a Balzac para su recreación de los orígenes), y a otros artistas que retrataron el París del Segundo Imperio con una agudeza asombrosa, como es el caso del genial dibujante Daumier.

Desde la perspectiva del geógrafo, Harvey consigue mostrar una panorámica de París que, con su introducción y su coda abarca todo el siglo XIX. Es un retrato basado en la confrontación social, el surgimiento de ideologías izquierdistas y de la represión de los poderes reaccionarios. Una demostración de que detrás de los fastos espectaculares casi siempre se esconde la miseria de los que pueden ser sacrificados.

Editorial Akal
Traducción de José María Amoroto Salido


lunes, 7 de octubre de 2013

Samuel Johnson está indignado, de Lydia Davis


Por muy excéntricos que parezcan a primera vista, hay algo en los cuentos de Lydia Davis que los convierten en característicos de nuestra época. Su combinación de relatos cotidianos, casi naturalistas, con unas gotas de extrañamiento, de fantasía, encajan con una concepción del mundo en el que lo normal y lo extraordinario se mezclan de manera fluida.

Los cuentos recogidos en Samuel Johnson está indignado se dividen en dos tipos: los microrrelatos, que pueden caer en lo banal, en el chiste, aunque habrá quienes los encuentren sugerentes; y los relatos más largos, en los que encontramos una serie de personajes siempre al margen, sumergidos en sus propias paranoias.




Davis siempre proporciona unas apropiadas dosis de humor, un humor extraño y chocante que deja al lector en una tierra de nadie en el que el desconcierto se impone sobre la historia. Es una lectura incómoda en la que tan pronto el lector se rinde ante lo absurdo de lo narrado como se pierde ante las extravagancias de sus personajes. Un libro diferente, pero diferente en el sentido contemporáneo.

Editorial Emecé

Traducción de Víctor Úbeda

viernes, 4 de octubre de 2013

Bélgica, de Chantal Maillard


Se podría leer Bélgica como muchas cosas: un diario, un relato sobre la búsqueda de la infancia, unas memorias, una colección de pensamientos, un poemario e incluso como un libro de viajes. Pero no es nada de eso, y a la vez lo es todo, y mucho más. Como no, quien mejor lo define es su propia autora, Chantal Maillard:

Relatar los hechos no es el propósito de esta escritura que quiere ser poco más que una herramienta destinada a atrapar los destellos de la memoria y transcribir su estela.




Un propósito proustiano, se pensará (pero al final descubriremos que no, o al menos no del todo). A un libro con esta ambición se le oponen múltiples obstáculos (caer en el solipsismo, pecar de grandilocuencia, regodearse en lo simbólico), pero también es cierto que para lograr una verdadera obra de arte hay que asumir riesgos. Maillard propone una experiencia que a algunos lectores les producirá rechazo instantáneo. Pero los que se atrevan a acompañarla en sus viajes se verán recompensados por un claridad a menudo deslumbrante.

Si nos pusiéramos a citar extractos del libro, no acabaríamos nunca. Tan repleto está de hallazgos, de imágenes fulgurantes, de reflexiones originales, de conclusiones categóricas. Es un libro viejo que se descubre como si inventara un nuevo género, un libro mestizo (zinneke) que de tan íntimo nos atañe a todos.


Editorial Pre-Textos


jueves, 3 de octubre de 2013

El gran sueño del paraíso, de Sam Shepard


Después de terminar alguno de los cuentos que conforman El gran sueño del paraíso, el lector se puede encontrar ante una duda filosófica: lo que me acaba de contar Sam Shepard, ¿es muy profundo o muy banal? Porque algunas de sus historias son tan ligeras, tan sutiles, tan abiertas, que pueden dejar una sensación de falta de sustancia. En el cuento moderno el lector tiene que poner mucho de su parte; al menos desde Chéjov el concepto de cuento cerrado parece algo del pasado. Pero una cosa es la insinuación y otra dejarlo todo en manos del lector.




Shepard es uno de esos autores que nos podemos imaginar cuando personificamos al “autor norteamericano”, en la estela de Hemmingway. Un hombre de las praderas, hecho a sí mismo, con múltiples habilidades. Pero quizá esta amplitud de oficios también difumina un poco su percepción y embrolla la comprensión de su obra, lo que no tiene por qué ser malo.

Los mejores cuentos de esta selección son los que mantienen una estructura similar a una escena de teatro. Abundan los diálogos sugerentes y una acción pausada en la que los personajes muestran sus conflictos, nunca de manera explícita, sino que se dejan adivinar a través de comentarios casi marginales y de un tono ligero. El mejor de todos nos ha parecido el que da título al libro, una historia crepuscular esta vez casi sin diálogos, pero en la que todo queda entendido.


Editorial Anagrama
Traducción de Eugènia Broggi

miércoles, 2 de octubre de 2013

María Lejárraga, de Antonina Rodrígo



A medida que su obra dramática ha ido cayendo en el olvido, también se ha oscurecido la figura de María Lejárraga. Y sin embargo, su figura es fascinante y digna de reivindicar. Una mujer sabia, exitosa y querida por todos los que la conocieron que en sí misma ejemplifica lo mejor de un periodo de la historia de España.

Por desgracia si Lejárraga es recordada hoy en día es muchas veces como la “negra” de su marido, Gregorio Martínez Sierra. No deja de ser curioso que una adelantada del feminismo, una mujer independiente y de opiniones propias, dejara que su cónyuge firmara todas sus obras (cuando, como dice muy gráficamente Joaquín Alcaráz “Gregorio no escribía ni cartas a la familia”). Pero Lejárraga fue la autora de los mayores éxitos del teatro español de principios del siglo XX, fue una innovadora pedagoga que hizo todo lo posible por extender la educación en una atrasada España y una activista comprometida que participo como diputada en las Cortes republicanas defendiendo a los más débiles.



 
Gracias al excelente trabajo de Antonina Rodrigo en María Lejárraga, una mujer en la sombra, podemos adentrarnos en el febril mundo intelectual de la España de la primera mitad de siglo, en el que Lejárraga actuó, además de como escritora, muchas veces como madre de artistas de la categoría de Juan Ramón Jiménez o Manuel de Falla (sin duda, dos creadores difíciles de tratar); como editora de revistas modernistas (entre ellas Helios, que suponen el punto más inspirado de esta corriente en España); como introductora en el país de las obras más señeras de la literatura Europea a través de sus traducciones; o como presentadora del teatro de vanguardia, que programó en el Teatro del Arte de Madrid. Como se ve, una mujer con atributos.

Gracias a los amplios extractos de su correspondencia, el lector también puede atestiguar la calidad literaria de su autora (su calidad humana está más que comprobada). También hay que destacar la excelente prosa de Antonina Rodrigo, que no se limita a ser una notaria de los sucesos de la vida de Lejárraga, sino que escribe con una soltura y una precisión exquisitas.

Pese a que en 2012 se publicaron dos novelas protagonizadas por María Lejárraga (Cándida de Isabel Lizárraga y Palabras insensatas que tú comprenderás, de Salvador Compán), pensamos que su figura merece una reivindicación oficial que la sitúe en el lugar que se merece, como una figura admirable a la que todos deberíamos poder homenajear.

Editorial Vosa