viernes, 11 de octubre de 2013

Cuentos extraños, de May Sinclair


Cuando nos encontramos con un autor olvidado, deslumbrante en su originalidad, inquietante en su oficio, solemos decir que parece una invención de Borges. Pero con May Sinclair los términos se invierten y la duda que nos surge es si Borges no será una invención suya. Entre estos Cuentos extraños, tan extraños como extraordinarios, nos encontramos junto a otras sorpresas con una premonición de El Aleph en El hallazgo del absoluto que no deja de ser sugerente.

La colección se abre con Vida y muerte de Harriett Frean, que parece una introducción suave a lo que está a punto de pasar. Pero en este relato ya encontramos los rasgos característicos de Sinclair. Lo más llamativo y turbador es penetrar en este mundo de bondad en el que precisamente la pureza puede abrir las puertas de lo maligno. Esta impresión se manifiesta más expresivamente todavía en La grieta en el cristal. En este y otros cuentos Sinclair recuerda a Kipling, con estos cuentos misteriosos en los que el lector nunca tiene toda la información, donde la nebulosa y la perturbación se imponen a la comprensión coherente.




En estas historias también abundan los fantasmas. Pero no se trata de estos seres que pasan el rato asustando, sino que mantienen sus pasiones humanas, ya sea para entrometerse en la vida de los vivos haciéndoles sufrir (Si los muertos supieran), impidiendo que se alejen (El obsequio) o ayudando a sus propios verdugos (La víctima). Simbólicamente, los fantasmas ejercen como la conciencia de los vivos, como un recordatorio, una advertencia o un apoyo.

Una palabra que nunca aparece en los cuentos pero que es clave en su interpretación es “pecado”. El combate entre la formación ultra religiosa de Sinclair y su ruptura con los dogmas produce un conflicto de creencias de resultados chocantes. Por una parte esta el ímpetu de libertad, la búsqueda de la felicidad y la belleza, y por otro la mala conciencia, el pecado, las restricciones sociales. Pero en el mundo maravilloso de Sinclair este desgarro es expuesto de una manera tan personal como conmovedora.


Editorial Alba
Traducción de Amado Diéguez

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