martes, 12 de noviembre de 2013

Praga mortal, de Philip Kerr


Si en la anterior entrega de la serie de Bernie Gunther, el detective berlinés visitaba Cuba (tras su previa excursión argentina), en Praga mortal, la octava entrega, nos lo encontramos de nuevo en la capital nazi, en el año 1941, y volvemos a toparnos con Heydrich, que ya fue un personaje central de Pálido criminal, la segunda entrega... En realidad poco importa todo este embrollo, porque lo cierto es que tras el pequeño fiasco de Una llama misteriosa, Philip Kerr ha recuperado el pulso.

Al principio parece que Praga mortal va a ser una novela de espías. Se recupera el escenario berlinés, como decíamos, y también ese tono negrísimo y sucio que caracteriza la serie de Bernie. Pero enseguida descubrimos una trama de infiltrados extranjeros, maletines misteriosos y mujeres fatales (el título original juega con el tópico de la femme fatal).




Sin embargo, a las 100 páginas el estilo da un giro inesperado. Bernie se traslada a Praga, invitado por Heydrich, y tras la presentación de los personajes se inicia lo que parece ser una novela completamente diferente: la clásica historia del asesinato en una habitación cerrada. A lo largo del libro se cita varias veces a Agatha Christie, y parece que Kerr ha querido homenajear a la escritora invadiendo su terreno. Solo al final del libro la historia de espías y la investigación criminal se fundirán.

Pese a que el juego de pistas e interrogatorios calca el estilo de las novelas de Poirot, obviamente la atmósfera es muy diferente. En Praga mortal no hay aristócratas que toman el té y que civilizadamente admiten su culpa cuando el detective les desenmascara. Aquí hay asesinatos a sangre fría, torturas, traiciones, mucha mugre. Ya sabemos que Kerr domina como nadie este terreno y su facilidad para la frase punzante y la descripción amarga no tienen comparación. De vuelta a Europa, Bernie recupera su garra.


Editorial RBA
Traducción de Alberto Coscarelli

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