viernes, 7 de marzo de 2014

El testamento de María, de Colm Tóibín


En el breve perfil de Colm Tóibín que aparece en sus libros se dice de él que es “uno de los mejores escritores irlandeses de nuestro tiempo”. Si tenemos en cuenta la extraña estadística que sitúa a Irlanda como el país del mundo con mayor número de genios literarios por habitante, podríamos aumentar el alcance de la descripción y decir que Tóibín es “uno de los mejores escritores de nuestro tiempo”.

Solo alguien como Tóibín, con su acreditada maestría narrativa, puede hacer frente a un desafío como el que supone El testamento de María sin caer en el ridículo o pasarse de ambición. Y sin embargo, el propósito del autor no es en absoluto narrar “la historia más grande jamás contada”, ni tan siquiera ofrecer una visión rompedora o transgresora. Su intención es contar una historia puramente humana, la de una madre que pierde a su hijo.




La propia tradición cristiana, al menos desde la Edad Media, ha dado a la Virgen María un papel predominante en su imaginería, otorgándole no pocas veces incluso más relevancia que a Cristo, especialmente en los países mediterráneos. En El testamento de María tenemos una posible explicación: ella es humana, accesible. Incluso su “traición”, es comprensible. Vemos a una mujer desengañada, aturdida por una serie de sucesos que no puede asimilar. Herida por la insensibilidad de su hijo. Porque María siempre habla de su hijo, jamás del Hijo de Dios.

Aunque El testamento de María fue escrito originalmente como obra de teatro, es difícil durante su lectura pensar que pudiera ponerse en escena. Memorizar el texto ya parece una proeza, pero su profundidad, su sutileza y su complejidad la hacen practicamente irrepresentable. Y sin embargo, ya se ha estrenado en Nueva York. Solo puede ser un desastre absoluto o una obra maestra. Esperamos tener algún día la oportunidad de comprobarlo.

Editorial Lumen
Traducción de Enrique Juncosa

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