martes, 13 de mayo de 2014

Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón


Casa. Campo. Camino.
Las calles se hicieron de barro
y perdieron sus nombres.
La acera chapoteaba
con una erupción de lodo.
Quedaban, aquí y allá,
restos de nieve
y muñecos navideños
desechos, grotescos en muecas
de zanahoria y chistera.

Basta un sencillo truco para convertir los relatos de Eloy Tizón en poemas. Y ni tan siquiera. En su escritura el estilo cobra tal protagonismo que el relato casi pierde su función de contar una historia y se transforma en una sensación, en un ambiente. Pero ojo, que no se trata de un lirismo elevado, sino más bien lo contrario: lo que transmite más a menudo es desasosiego, inquietud. Hay algo que jamás se logrará comprender del todo.




En los momentos más poderosos de Técnicas de iluminación, como Ciudad dormitorio o El cielo en casa, Tizón es capaz de transmitir algo que va más allá del absurdo cotidiano. Es una locura vista desde dentro, con su propia lógica. Pero tan extrema que se convierte en puro terror. Ese miedo todavía más espeluznante porque ni tan siquiera tiene motivos, porque se expresa de una manera despiadada que deja sin defensas.

Este desquiciamiento está expresado de una manera depurada. Prevalece la construcción de un mundo particular, interior y hostil, que repele cualquier intento de acercamiento. Y sin embargo, hay algo tan próximo en lo que cuenta Tizón que la experiencia atraviesa las capas protectoras de invención para llegar a algo sensible, algo que nos atañe de manera directa. Aún así, la incertidumbre se mantiene, el misterio queda encerrado en la caja.

Editorial Páginas de Espuma


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