lunes, 30 de junio de 2014

Frases hechas




 estos prejuicios míos sobre el tipo de personas que están dispuestos a abandonar libros en medio de la calle como si de hijos no deseados se tratase, aunque en lugar de en la puerta de conventos de monjas para que al menos el niño tenga una educación y le inculquen una moral y pueda ser alguien en la vida, el lugar preferido por estos despiadados son los parques, como si aún perviviera esa costumbre del siglo pasado, y me refiero al XIX, claro, de pasear por estos lugares, hoy habitados solamente por drogadictos, jubilados y drogadictos jubilados de vuelta de todo, que deberían tener cuidado para no pisar jeringuillas ni mierdas de perros, no sé qué es peor, pero que en lugar de eso se pasean con tranquilidad esperando que pase otro día sin haberse manchado demasiado la suela de los zapatos ni haber cogido ninguna enfermedad contagiosa, ya sea el sida o la manía de abandonar libros, y digo que mis prejuicios se vieron confirmados tras la lectura de un artículo entusiasta sobre esta nueva moda, el book I don’t know what, en el que se confirmaba que uno de los libros preferidos por los lectores sin corazón para ser abandonados en los parque era El Principito, justo el tipo de libro que yo diría que esta gente está dispuesta a abandonar sin remordimientos de conciencia, y me alegro por ellos, pero yo no podría hacer tal daño a la humanidad sin después pasar días de ayuno debido a mí conciencia totalizadora, no quiero ni imaginar un mundo repleto de lectores de El Principito, aunque este en el que vivimos parece repleto de gente que lo ha leído y que además le gusta, no solo porque tal como vamos es evidente que así es, sino porque es difícil ir por la calle, ya sea por parques o por avenidas, y no tropezarse con alguien que va incitando al primero que se encuentra a que lea El Principio, ese gran libro para niños y niñas de todas las edades que se puede leer una y otra vez sin perder la ilusión inicial, y ahora no solo habrá depravados de este estilo, sino que además las calles aparecerán embaldosadas por ejemplares de El Principio que nos impedirán caminar como hacían nuestros abuelos, y que a estos les impedirán entrar en los parques de sus amigos los yonquis, pues estarán tapiados por ediciones enteras de El Principito


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