jueves, 3 de julio de 2014

La mujer temblorosa, de Siri Hustvedt


Según dice un no tan viejo chiste, el psicoanálisis es una cosa de locos. Durante mucho tiempo las teorías de Freud imperaron como verdades casi incuestionables para, con el paso del tiempo, convertirse en poco menos que objeto de chufla y total descrédito académico. Uno de los motivos que se esgrimieron para atacar a Freud era que había universalizado principios morales y de conducta en realidad circunscritos a una clase social determinada (la alta burguesía), una época concreta (principios del siglo XX) y una ciudad muy particular (Viena). Hoy en día se podría decir que el psicoanálisis sigue siendo igual de localista: parece que tan solo en Nueva York y Buenos Aires sus representantes mantienen algo de crédito.

Por eso no es sorprendente que La mujer temblorosa haya salido precisamente de Nueva York. Pero no deja de ser llamativo que Siri Hustvedt, quien indudablemente ha realizado un trabajo de documentación extraordinario y que ha convertido el estudio sobre la mente en una obsesión, confíe tanto en el psicoanálisis como para considerar esta disciplina un método fiable de tratamiento y diagnóstico. También es cierto que Hustvedt parece sufrir esa patología que caracterizan a los estudiantes de primero de Medicina: padece todas las enfermedades sobre las que lee. Tiene migrañas, alucinanciones auditivas y visuales, temblores de origen indeterminado y algunas otras dolencias variadas. Con un padecimiento así no es de extrañar que busque respuesta en los lugares más insospechados.




Pero por muy alejados que nos sintamos de las ideas de Hustvedt y sus guías, su escritura es tan convincente que hace que nos pongamos de su lado y podamos comprender su proceso hacia un intento de comprender el origen de sus sufrimientos. Ella misma lo explica al hablar de algunas novelas en las que la voz de la narradora es tan persuasiva que por mucho rechazo que nos provoque, nos sentimos cautivados. Desde luego, La mujer temblorosa merece ser tomado en serio. Tanto la solidez de los conocimientos de Hustvedt como su habilidad para contar historias está fuera de duda. Otra cosa sea que podamos concordar con sus ideas.

Porque a veces la autor se sitúa peligrosamente cerca del dualismo, y peor todavía, del relativismo (¡anatema!). Hustvedt prefiere hablar de pensamiento blando, tolerante, abierto a matices y ajeno a la contundencia de las verdades reveladas e inamovibles. Es muy fácil simpatizar con esta postura, aunque sin dejar de tener claro que hay teorías inverosímiles y ya descartadas hace tiempo, y otras ideas que no admiten discusión ni medias tintas. En cualquier caso, y a fin de cuentas, La mujer temblorosa se lee como la historia de una mujer en lucha contra sus miedos tanto como contra sus enfermedades. Una mujer que no teme enfrentarse a sus debilidades ni tiene pereza a la hora de buscar soluciones.

Editorial Anagrama
Traducción de Cecilia Ceriani


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