lunes, 7 de julio de 2014

Leche, de Marina Perezagua


Es raro encontrar un libro de cuentos en el que cada relato sea totalmente diferente y al mismo tiempo la voz de la autora sea tan reconocible. En Leche nos encontramos con todo tipo de narraciones, desde el casi periodístico Little Boy que abre el la colección, pasando por el delirante y melancólico Las islas, hasta el profundamente perturbador Leche, que permanece como un incordio mental mucho después de que se haya cerrado el libro.

En este camino sembrado de minas por Marina Perezagua nos encontramos con historias fantásticas, humorísticas o de puro terror, pero en todas ellas detectamos un estilo, una manera de escribir que combina la ligereza de la buena contadora de cuentos con la profundidad inquietante de una autora con personalidad. Cada relato parece un paso más hacia la enajenación, pero se trata de una locura tan cotidiana y reconocible que su insania se multiplica y llega de una manera más directa.




A menudo las contradicciones se producen en un mismo relato, cuando el lector no puede evitar reírse, pero a la vez siente un escalofrío. Hay desconcierto, inseguridad, un perpetuo estado de sorpresa y de no saber qué espera a la vuelta de la página. A veces se produce un profundo sentimiento de desagrado y hay que esforzarse para continuar la lectura, aunque en el fondo sabemos que no vamos a poder resistirnos, hay algo de placer perverso que ahonda todavía más en este sentimiento de atracción morbosa.

Esta claro que hay virtuosismo en la escritura de Perezagua, como demuestra por ejemplo en La tempestad, y también que tiene muy presentes a sus referentes, como en Mio Tauro, pero es de igual manera evidente que no le preocupa complacer al lector, al contrario, parece buscar su rechazo instintivo, y que la originalidad de sus planteamientos desborda la tradición del género. Por eso Leche es adictiva en la misma medida que repulsiva, por eso es algo diferente sin ser experimental. Por eso es un libro difícil de recomendar pero que ningún aficionado a los cuentos debería perderse.

Editorial Los libros del lince

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