jueves, 3 de julio de 2014

Una rubia imponente, de Dorothy Parker


Puede que Dorothy Parker sea uno de los máximos ejemplos de escritores ahogados por su popularidad. Su propia persona y cierto aura de frivolidad ha causado que no se tome su obra tan en serio como merece. Y si no en serio, al menos con respeto y sin prejuicios. Porque al leer un relato como Una rubia imponente lo que queda claro es que se trataba de una escritora más profunda que superficial y que, más allá de su fama de incisiva cómica y creadora de memorables frases, poseía al menos la misma capacidad y recursos para sumergirse en el drama.

El estilo de Una rubia imponente es tan seco como empapada de alcohol está su historia. Se trata de uno de esos cuentos de la prohibición en los que sus protagonistas viven para beber y no son capaces de concebir una existencia sin whisky. Pero el alcoholismo no es más que el telón de fondo de la narración, en realidad centrado en la figura trágica de Hazel, que en una metáfora fácil se podría describir como un bombón de licor. Sin que se expliquen los motivos (todavía no había llegado la moda del psicologismo), el lector asiste al derrumbe de la protagonista, a la que no le sale nada bien, ni tan siquiera es capaz de acabar con todo.

Esta edición de Una rubia imponente cuenta con las ilustraciones de Elisa Arguilé, que aportan sensibilidad y claridad a una historia tan dura y directa que no se permite ningún otro adorno. Con un desarrollo implacable que configura un retrato de la desolación sin concesiones ni melodrama, Parker firmó un relato que sobrepasa las constricciones del paso del tiempo para erigirse en un homenaje sincero y sentido a los desgraciados, a aquellos a los que el mundo les sobrepasa y solo encuentran refugios temporales. Y no hasta que pase la tormenta, sino hasta que el techo definitivamente se venga abajo.

Editorial Nórdica
Traducción de Elisa Arguilé

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