Se
podría maliciar que la única razón de la abundante presencia en
los medios de comunicación de noticias sobre la Primera Guerra
Mundial se debe a la escasez veraniega de novedades, pero lo cierto
es que el centenario del inicio de la guerra es una oportunidad, que
no se puede dejar escapar, para recordar un momento clave en la
historia moderna, cuyas secuelas siguen vivas, y a menudo de manera
inquietante. El hecho de que no solo los periódicos, sino también
las mesas de novedades de las librerías estén repletas de estudios
sobre este conflicto indica que un interés genuino por saber más
sobre la Gran Guerra, hasta ahora apartada por la omnipresente
Segunda Guerra Mundial (¿cuantos documentales sobre nazis podrán
realizarse antes de llegar a un colapso?).
Si
nos quedamos en ciertas ideas preconcebidas, lo que estudiamos hace
ya demasiados años y el recuerdo de algunas películas poco
memorables, corremos el riesgo de que la Primera Guerra Mundial se
convierta en algo así como la Guerra de los Siete Años: algo
lejano, que no sabemos muy bien por qué se produjo ni qué
consecuencias tuvo. Pero el conocimiento de esta hecatombe debe
resguardarse para comprender la Europa actual y, si fuera posible,
para evitar caer en los mismos errores que llevaron al desastre.
Sería exagerado, como pretender algunos, ver en la situación actual
un calco de las condiciones previas que llevaron a la guerra, pero
tampoco deberíamos descuidar las lecciones que nos da la historia.
Entre
las abundantes novedades que tratan el conflicto que han aparecido en
los últimos meses, nos parece que debe ser destacada 1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial, de David Stevenson. Sin duda
esta guerra da para infinidad de monografías, cada detalle de la
contienda puede dar para un voluminoso tomo que seguiría siendo
insuficiente, pero si se quiere tener una visión general, el libro
de Stevenson puede colmar todas las expectativas. Desde el contexto
internacional previo que posibilito el desencadenamiento de las
hostilidades hasta las secuelas que llegan hasta hoy mismo, Stevenson
presenta un panorama amplio y detallado que no deja ninguna de las
cuestiones principales sin resolver.
Durante
el siglo que ha pasado no ha dejado de escribirse sobre los motivos
de la guerra, su desarrollo y su conclusión, por lo que se hace
perentoria una síntesis explicativa. Stevenson, que logra ilustrar
al lector gracias a su claridad expositiva, no se centra simplemente
en una narración puramente bélica, sino que dedica gran parte de su
estudio a explicar la situación política, la influencia del
ambiente intelectual o el sufrimiento de las personas de a pie. Cada
apartado es desarrollado de manera sencilla, pero sin caer en el
esquematismo, y las conexiones se realizan de manera inexorable: cada
paso que lleva primero al desencadenamiento de la guerra y después a
su resolución se explica de manera cuidadosa y comprensible.
Aunque
Stevenson sigue una línea clásica, también tiene sus ideas propias
sobre algunos temas que se han convertido en tópicos incuestionables
y que sin embargo merecerían ser al menos revisados, pues los
planteamientos que aporta el autor son más que convincentes. Por
ejemplo, rechaza la condición casi azarosa que a menudo se da al
inicio de la guerra, como si hubiera sido fácilmente evitable en el
caso de que, por ejemplo, Princip hubiera errado su tiro. También es
novedoso que Stevenson no busque los motivos de la Segunda Guerra
Mundial en las duras condiciones del Tratado de Versalles, como se ha
repetido hasta convertir esta interpretación en dogma de fe, sino
que fue la desunión de los Aliados durante los años 20 y 30 la que
posibilitó el ascenso de Hitler.
En
cualquier caso, aquí estamos resumiendo a través de
generalizaciones, algo que jamás hace Stevenson. Sus opiniones
siempre son matizadas, sus explicaciones nunca son unívocas. Es
evidente que un suceso tan importante como la Primera Guerra Mundial
no tiene su origen en un solo motivo, y que cualquier gran episodio
del conflicto, ya sea la victoria en una determinada batalla o la
entrada de diferentes países en guerra de uno u otro lado, no tienen
una explicación que se pueda resumir en dos frases. Por eso son
necesarios libros como este, para saber que la historia no es una
simple sucesión de fechas ni de ideas recibidas que se puedan
repetir para aparentar un conocimiento que en realidad no se posee,
sino un conjunto de hechos complejos y contradictorios que hay que
estudiar con perspectiva y tratar de comprender con amplitud de
miras.
Editorial
Debate
Traducción
de Juan Rabsseda Gascón y Teófilo de Lozoya
No hay comentarios:
Publicar un comentario