jueves, 18 de septiembre de 2014

La plenitud de la señorita Brodie, de Muriel Spark


Sería divertido espiar las reacciones de un purista de las reglas narrativas mientras lee La plenitud de la señorita Brodie. Cierto que con el tiempo este libro de Muriel Spark se ha convertido en uno de los grandes clásicos de la literatura británica del siglo XX, pero su estructura desafía cualquier principio de esos que se consideran como sacrosantos: hay tantos saltos temporales y desvíos narrativos que dibujar un diagrama cronológico daría como resultado una obra dadaísta.

Los saltos hacia delante y hacia atrás ya no suponen ninguna novedad, al igual que los cambios de perspectiva, pero Spark, quien en todo momento mantiene la frescura, sin caer en la fórmula, consigue dotar a estos recursos de una impertinencia que obliga al lector a mantener la atención en todo momento. En realidad ni tan siquiera hay un punto fijo de referencia: en cualquier momento te puedes encontrar con que el relato ha avanzado 15 años, para enseguida, a veces incluso en el mismo párrafo, retroceder otros siete.




Pero este aparente descontrol (en realidad perfectamente medido) no se limita al apartado temporal, sino que el punto de vista y los sucesos que se narran también varían con una alegría anárquica. Los personajes se van pasando el testigo de la historia sin dar un respiro, matizando la información proporcionada de manera abrupta, lo que provoca que cada vuelta de página prometa un reto, una nueva sorpresa que desbarata todo lo que hasta entonces habíamos intuido.

Como suele ser habitual en Spark, en el fondo de la historia hay una moraleja, pero tan oculta detrás de capas y capas de subjetividad y pistas falsas que es difícil sacar una conclusión clara. Aquí no hay bandos, incluso conceptos en apariencia tan claros como el de traición se vuelven difusos. Así como cada detalle puede significar un giro total en lo que creíamos saber, cada nueva lectura puede dar como resultado interpretaciones diferentes. Lo único que queda claro es que, al igual que la señorita Brodie, cuando Spark escribió esta novela estaba en su plenitud y creó uno de esos libros que no se acaban nunca.

Editorial Pre-Textos
Traducción de Silvia Barbero

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