miércoles, 10 de septiembre de 2014

Pero hermoso, de Geoff Dyer


La luminosidad de Lester Young, la brillantez de Thelonious Monk, el entusiasmo de Bud Powell, la elegancia de Ben Webster, la energía de Charles Mingus, el romanticismo de Chet Baker, la fuerza de Art Pepper. Apenas nada de esto hay en Pero hermoso. Tanto es así, que si no fuera por el epílogo, se podría pensar que el libro de Geoff Dyer no ha sido escrito por un admirador del jazz, sino por uno de sus mas encarnizados detractores. Por eso cobra tanta resonancia el título: aquí hay muchísimo dolor, pero el resultado sigue siendo conmovedor.

En lugar de centrarse en los aspectos más euforizantes del jazz, Dyer decide sumergirse en todo lo que tiene de sórdido: alcohol, drogas, depresiones, cárceles, manicomios y muertes prematuras. Según su tesis, el jazz es una música que nace del sufrimiento, un estilo que lleva a sus artistas a caer en el abismo. De ahí también que muchos de sus más excelsos representantes murieran a edades demasiado tempranas: habían llegado a la cúspide de su arte y ya no podían dar más de sí. Discutible idea, pero que al menos Dyer apoya en contundentes casos.




No es la primera vez que un libro intenta asimilar los conceptos y ritmos del jazz (recordemos la arriesgada novela de Toni Morrison titulada para despejar cualquier duda Jazz), y Dyer se mueve con soltura entre standars, improvisaciones y síncopas. En este sentido podríamos decir que Dyer tiene blues, pero le falta swing. El retrato de personajes al límite, tan reales que evitan el arquetipo, lleva al lector a sentir angustia y misericordia, pero solo si acompaña la lectura con la música de sus protagonistas podrá sentir algo de alivio.

Dyer también cuestiona la posibilidad de hacer una crítica al jazz, y ni tan siquiera se plantea construir una historia. Su retrato es mucho más próximo, casi vivido en primera persona. Más que en relatos, se ha basado en fotografías, en ambientes, en vidas interiores. Se mete (o al menos lo intenta) en la cabeza de estos colosos del jazz y los muestra sin edulcorantes, sin vías de escape, pero con compasión. Cierto que también podría haber elegido una gama más variada de artistas (y ni tan siquiera Art Pepper le da espacio a mostrar la posible redención), pero Dyer lo tiene claro: el jazz es un lugar oscuro.

Editorial Random House
Traducción de Cruz Rodríguez Juiz

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