jueves, 13 de noviembre de 2014

El hombre que se esfumó, de Maj Sjöwall y Per Wahlöö


El aluvión de títulos de novela negra nórdica que ha llegado a las librerías españolas en los últimos años ha venido acompañado de un buen puñado de tópicos, siendo uno de los más cansinos aquel que predica que estos libros destapan “la lado oscuro de la idílica sociedad escandinava”. Maj Sjöwall y Per Wahlöö, ya considerados como clásicos del género, no podían escapar a esta encasillamiento, pero lo cierto es que en El hombre que se esfumó habría que buscar mucho para encontrar esta crítica social.

Cierto que hay un crimen, porque si no nos quedaríamos sin novela, pero más allá del curioso contraste que se produce respecto a Hungría, donde al parecer apenas había delitos y los pocos que se producían se resolvían con una celeridad supersónica, no hay mucho más donde rascar. Lejos de ese tono pretencioso con el que algunos pretenden cargar la novela negra, Sjöwall y Wahlöö despliegan todas sus habilidades como maestros del relato criminal y arman un relato clásico sin fisuras.




Lo más curioso es que en una novela bastante corta (poco más de 200 páginas), gran parte de la narración está dedicada a seguir los paseos de su protagonista, Martin Beck, y a acompañarle mientras come y bebe con asiduidad. En las novela negra, como es sabido, el secreto no está en la resolución del misterio, sino en la creación de ambientes, y Sjöwall y Wahlöö, alejados del cómodo territorio sueco, se las apañan para dibujar una historia de esas en las que nada es lo que parece, llena de pistas falsas y senderos que conducen a lugares inesperados.

En la segunda parte del relato la acción se acelera y entra en juego el puro método detectivesco. El lector más atento podrá llegar a sus propias conclusiones sin que se le prive de datos relevantes. La acumulación de información, los detalles dispersos sin darle mayor relevancia, convierten la lectura en una juego detectivesco en sí mismo. Porque aunque decíamos que en la novela negra este aspecto no es el más relevante, lo más destacable de los libros de Sjöwall y Wahlöö es que combinan lo mejor de ambos mundos.

Editorial RBA
Traducción de Enrique de Obregón, Martin Lexell y Manuel Abella

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