lunes, 3 de noviembre de 2014

Mister X, de Peter Straub


Cuando se califica un libro como “raro” lo normal es que este adjetivo quiera decir que no se ha entendido nada, ya sea por culpa del autor o del lector. Pero en Mister X esta apreciación adquiere otra dimensión. Es cierto que Peter Straub maneja con fidelidad los códigos del género de terror y que utiliza muchos elemento habituales en este tipo de historias, ya sean paranormales (la capacidad de desaparecer, atravesar paredes, viajar en el tiempo) o sencillamente espeluznantes (asesinatos a mansalva, cuerpos desmembrados, violencia sangrienta), pero la turbación que siente el lector es más profunda.

En un libro tan consciente de las normas del género, lo más interesante de Mister X son sus implicaciones literarias. El personaje que da título al libro toma la mitología creada por Lovecraft como algo real y actúa en consecuencia, solo que sus poderes sobrenaturales y su maldad le llevan a desatar un infierno en el que todo es posible, y que seguro que acabará en un baño de sangre. Pero hay algunos apuntes incluso divertidos, como el de convertir a Mister X en un autor de terror frustrado. A saber las implicaciones que este guiño tendrán para Straub.




Straub no se conforma con los meandros de la narración y puebla su historia con numerosos personajes (incluyendo un dopplegänger que inevitablemente recuerda a Poe), que van desde lo más siniestro o lo maquiavélico, presentando un panorama intranquilizador y una visión totalmente negra de la especie humana. Estos personajes no son descuidados ni gratuitos, sino que siempre aportan una nueva capa a la historia principal, una vía de escape o de conocimiento a su esquivo protagonista.

Pero lo cierto es que la novela tiene muchos altibajos y cierta confusión, que más que atrapar alejan al lector, que tiene que tomar algo de distancia para asimilar todo lo que Straub le está contando. Aunque los narradores están identificados (al menos en apariencia), los saltos narrativos son tantos y tan dispares que al igual que su protagonista, en muchas ocasiones el lector no sabe lo que está pasando. Al principio el desconcierto es total, y a lo largo de la narración harán falta recapitulaciones periódicas para no perderse, hasta llegar a un final que sugiere que, ni tan siquiera con todos los sentidos alerta, puede que nos hayamos enterado de toda la verdad.

Editorial Planeta
Traducción de Cristina Pagès

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