viernes, 19 de diciembre de 2014

El secreto de Joe Gould, de Joseph Mitchell


Hay muchas razones por las que la lectura de El secreto de Joe Gould es fascinante, pero quizá lo más llamativo es el contraste entre su protagonista, ese Joe Gould “más extraño que la ficción” y el estilo verista y sencillo de Joseph Mitchell. Porque así nos encontramos con lo mejor de ambos mundos: una vida tan extraordinaria que es difícil creerse que fuera real y una escritura que no descuida ningún detalles y a través de la cual el lector puede asistir al proceso de redacción en directo, como si dijéramos.

Víctima de una logorrea extenuante (sobre todo para los que le tenían que escuchar) y de una grafomanía no menos agotadora (y en la que residía parte del secreto de su historia), Joe Gould era un excéntrico convertido en loco (de familia adinerada, acabó viviendo en la calle). Capaz de encandilar con sus historias, no tardaba mucho en cansar con sus salidas de tono y sus reiteraciones agotadoras. Tan atrayente como repulsivo, tenía dentro de sí un misterio, una mentira, a través de la cual había forjado su existencia. 




Mitchell deja claro que a él lo que menos le interesaba era describir la vida de uno de esos bohemios del Village de los años 30 y 40, tan glorificados por la novelería, pero que el encontraba especialmente plastas. A pesar de lo cual, ese ambiente mísero y decadente queda perfectamente reflejado. Pero lo que atrajo su atención, y le lleva a arrastrar consigo al lector, fue el empeño de este Joe Gould por escribir una Historia oral que reflejara su tiempo como ni tan siquiera los más grandes historiadores habían sido capaces de lograr.

Como dice Martin Amis, se trata de un personaje digno de Borges. Pero su grandeza, sus implicaciones, van más allá de lo literario (del simbolismo) por el camino del humanismo. Mitchell no tenía especial simpatía por Gould (sentimiento recíproco), pero supo ver en él el espíritu de toda una estirpe de artistas cuya obra maestra no está en sus creaciones, sino en su vida. No es de extrañar que Vila-Matas también haya sentido devoción por este libro.

Editorial Anagrama
Traducción de Marcelo Cohen

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