miércoles, 10 de diciembre de 2014

Reinos desaparecidos, de Norman Davies


Aunque nunca lo admitirían, la mayoría de los historiadores tienen una concepción determinista de su disciplina. Así, a la hora de estudiar el pasado de una nación no pueden abstraerse de lo que se percibe como la culminación de un largo proceso histórico, y sucesos a menudo fortuitos son interpretados como ineluctables. Sin ir más lejos, España pudo haber desaparecido en un momento de máxima debilidad como el que sufrió en el siglo XIX, pero nadie estuvo demasiado interesado en que así sucediera.

Norman Davies trata en Reinos desaparecidos esos países que, tras una existencia más o menos gloriosa, sí que sucumbieron al paso del tiempo. Ya fuera por motivos externos o internos, reinos que parecían inmarcesibles acabaron esfumándose. Y es que, si Esparta y Roma sucumbieron, ¿quién puede sentirse a salvo? Pero la visión de Davies no es dramática, son cosas que pasan. Desde su perspectiva, la desaparición del Reino Unido tal y como hoy lo conocemos, además de inevitable, no tiene nada de trágico.

Pero es que Davies es un historiador fuera de lo común. Con una formación universal, abomina de la superespecialización que ha acabado convirtiendo la Historia en un reino de taifas en el que hay expertos para todo, pero pocos maestros con un conocimiento lo suficientemente amplio para proporcionar una visión general. Reinos desaparecidos abarca nada menos que 2000 años de la historia de Europa, y además se ocupa de lugares y periodos olvidados no ya por el aficionado común, sino por la Historia oficial.




Davies puede centrarse tanto en gigantes decadentes, caso del imperio bizantino, o de lo que se podría ver como excentricidades históricas, ejemplificadas en la república de Rutenia, que duro un solo día. Su estudio atiende tanto a una visión holística como a la narración más anecdótica. Sus conocimientos parecen no tener fin, y es capaz de deslumbrar al lector tanto describiendo el proceso por el que caen los grandes imperios como reproduciendo chistes muy reveladores de una determinada sociedad.

Puede haber lectores que se enojen al comprobar la magnitud de su desconocimiento (¿cómo es posible que ni tan siquiera hubiera oído hablar de la Etruria napoleónica?), pero sin duda lo más beneficioso es disfrutar de este reguero de historias, no tan solo por lo que tienen de referentes, sino por el más puro sentido del placer. No hace falta buscar en los reinos de la imaginación para encontrar historias fascinantes e imposibles.

Editorial Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Traducción de Joan Fontcuberta y Joan Ferrarons

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