miércoles, 28 de enero de 2015

El tercer policía, de Flann O'Brien


¿Pero dónde se había escondido este Flann O'Brien? Bueno, después de leer El tercer policía tenemos una buena pista: en la eternidad. No creemos exagerar si decimos que O'Brien es uno de los escritores irlandeses (es decir, universales) más originales, audaces y divertidos del pasado siglo. E cierto que al leer El tercer policía resulta inevitable acordarse de Beckett (y más concretamente, de Molloy), y que su estilo se podría resumir un poco arbitrariamente como “absurdo”, pero sus libros siguen siendo absolutamente personales.

Ya en En-Nadar-dos-pájaros descubrimos que O'Brien tenía una habilidad especial para mezclar realismo y literatura fantástica de una manera fluida, como si la intersección entre los los dos mundos fuera algo cotidiano. Pero en El tercer policía esta confusión va un paso más allá. Guiado por la voz de un badulaque de existencia incierta, el lector recorrerá caminos en los que las circunstancias más disparatadas, los personajes más extravagantes, se presentan con absoluta naturalidad.





Gran parte del libro, y en apariencia sin venir a cuento, se dedica a la figura de de Selby, un filósofo o algo parecido con las teorías más estrambóticas que se puedan imaginar. Sin embargo, estas ideas disparatadas, acompañadas de un profuso aparato crítico que recoge las interpretaciones de sus múltiples exégetas, contribuyen a crear un mundo alucinado en el que todo es posible y ni las leyes de la física ni de la moral parecen regir. Es, quizá, el mundo de la literatura.

La otra trama principal, por decirlo de alguna manera, se centra en una investigación policial en la que víctimas, culpables y incluso objetos se intercambian sin seguir ninguna lógica. La obsesión por las bicicletas, los pasatiempos inconcebibles de los policías, su descubrimiento de la eternidad, son solo algunos de los episodios más destacados de una narración sin normas y circular que puede dar pie a múltiples interpretaciones (no puede faltar la más común: esto es el infierno), pero que en cualquier caso produce un estado de lectura convulsionada y de feliz desconcierto.

Editorial Nórdica
Traducción de Héctor Arnau

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