jueves, 12 de febrero de 2015

Deseo, de Liam O'Flaherty


Pese a que su novela El delator ha resistido el paso del tiempo mucho mejor que la película que dirigió John Ford (y hoy parece increíble que Ford labrara su prestigio en adaptaciones como esta, o la que realizó sobre El poder y la gloria de Graham Greene, y no en sus westerns), lo cierto es que si surge el nombre de Liam O'Flaherty enseguida se le relacionará con esa película, ni tan siquiera con su libro. Sin embargo, Deseo certifica que O'Flaherty no fue el autor de un solo éxito, sino que tuvo una obra muy personal y poderosa.

Quizá se deba a nuestra debilidad por los autores irlandeses, pero en cuanto abrimos las páginas de Deseo nos sentimos en un lugar reconocible y confortable. Y no porque el retrato de O'Flaherty sea precisamente edulcorado: la vida es dura y a menudo decepcionante, los paisajes tan bellos como hostiles, la pobreza y las necesidades lo ensombrecen todo. Pero, a pesar de todo esto, hay en la escritura de O'Flaherty algo de exultante que incluso en las situaciones más desesperadas ofrece un reflejo de luminosidad.




Los primeros relatos de Deseo, muy breves, se centran en animales, bebes o ancianos que han perdido la cabeza. No tienen una conciencia desarrollada, pero el autor sabe ponerse en su piel y describir el mundo tal y como ellos lo perciben. O'Flaherty retrata la naturaleza como es, sin adornos ni sentimentalismo, en contra de lo que dice el tópico sobre los irlandeses. Es capaz de encontrar humanidad un cangrejo y de transmitir las sensaciones más elaboradas a través de la pura descripción, sin ninguna intencionalidad psicologista. De hecho, muchos de los cuentos del libro son retratos expresionistas, sin una trama definida.

La escritura de O'Flaherty es sumamente pictórica, colorista y más atenta a los detalles visuales que al desarrollo dramático o a la construcción de personajes. Lo que no impide que en algunos de los cuentos demuestre que también sabe contar una buena historia de amor, de venganza o burlesca, aunque en ningún caso se trata de géneros puros. En medio de la más sincera evocación poética, podemos encontrarnos con un guiño malévolo; durante una escena paródica, de repente se cuela la melancolía. Para lo único que no hay espacio en las páginas de Deseo es para lo previsible.

Editorial Nórdica
Traducción de Antonio Rivero Taravillo

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