martes, 10 de febrero de 2015

La huella del ángel, de Nancy Huston


Saffie, la protagonista de La huella del ángel es un personaje sin nostalgia, elemento sin el que se diría que la literatura no es posible. Sin embargo, Nancy Huston no solo supera este escollo, sino que logra construir una novela de amor en la que apenas hay romanticismo, y cuando este se cuela por algún resquicio, la autora se las arregla para mantener la perspectiva. Pero tampoco se trata de un libro cínico ni distante, sino que pese a la frialdad y lo afilado del estilo, o quizá precisamente por eso, consigue llegar al lector sin el estorbo de lo accesorio.

Un acierto pleno de Huston es el tono del narrador, una voz burlona y juguetona que no solo cuenta la historia, sino que la comenta combinando el despotismo del creador con las limitaciones que el relato se impone a sí mismo. Es como si Huston, embozada en las esquinas de la narración, desde donde observa a sus personajes con curiosidad y algo de malicia, quisiera demostrar que las historias, una vez creadas, adoptan sus propias decisiones, y el autor solo puede intentar contenerlas, a menudo sin éxito.




La elección del lugar (Francia) y el momento (finales de los años 50 y principios de los 60, en pleno conflicto argelino) pueden parecer azarosos. Al fin y al cabo, la historia de la desdicha de Saffie podría tener lugar en cualquier época y espacio. Pero poco a poco vamos comprendiendo la trascendencia de esta elección, el eco del pasado en la personalidad y las actitudes de sus personajes. Hasta el en apariencia inocuo Raphael, el improbable marido de Saffie, puede ser comprendido y incluso compadecido.

Al fin y al cabo, la historia de La huella del ángel es la historia de una mujer que trata de recuperar la inocencia, que tras una serie de experiencias traumáticas cree vislumbrar la posibilidad de la felicidad. Huston se la juega tratando no solo este drama, sino incluso el nazismo y las barbaries francesas durante la descolonización con cierta ironía. Hay quien dice que solo asumiendo el pasado se puede mirar el futuro con claridad, pero Huston parece decirnos que la culpa nunca se acaba de limpiar, y que el único tratamiento eficaz es el olvido. Si fuera posible.

Editorial Salamandra
Traducción de Eduardo Iriarte

No hay comentarios:

Publicar un comentario