viernes, 6 de febrero de 2015

Roseanna, de Maj Sjöwall y Per Wahlöö

 
En Roseanna, que fue la primera novela protagonizada por Martin Beck que escribieron MajSjöwall y Per Wahlöö, ya quedaban claros los rasgos de estilo que iban a caracterizar la serie. Por una parte, nada de adornos narrativos, sino un radicalismo luterano que le llevaba a concentrar toda la atención del relato en sus aspectos más básicos. Pero, por otro lado, no hay apresuramiento ni una acción acelerada, sino que la narración se toma su tiempo, con amplios espacios para la reflexión.

En algunos momentos Roseanna se convierte casi en un estudio criminalístico de formalidad científica. Los interrogatorios son presentados sin aditivos, a veces en forma de meras transcripciones. Y la investigación es seguida con el rigor y la prudencia de un estudio académico, como si en lugar de policías que buscan a un criminal estuviéramos ante biólogos que observan una nueva bacteria. Apenas hay espacio para la pasión, por lo que sus personajes son descritos con frialdad, casi con una perspectiva aséptica.





Pero esto no significa que la lectura sea impersonal ni que los protagonistas nos sean ajenos. Debajo de esta capa de profesionalidad (tanto de Martin Beck como de los autores), también caben consideraciones más turbias, un trasfondo que va más allá de la mera descripción de una caza al hombre. El caso en el que se centra, el asesinato de la joven Roseanna es de por sí repulsivo, pero las implicaciones que más adelante se irán desvelando dotan a la novela de una profundidad que la convierte en algo más que un medio de entretenimiento.

Por ejemplo, hay una simple frase (“pobre hombre”) que en un principio nos pareció no solo fuera de lugar, sino totalmente inverosímil. Pero si se piensa en ella, da la clave de los métodos de Sjöwall y Wahlöö. El lector puede tener unos principios muy claros y unas convicciones seguras, pero ante lo que presentan tienen que replantearse estas certezas. De la misma manera, Roseanna aparece como una novela negra que no se aparta del canon clásico, pero detrás de su convencionalismo se esconde un secreto mucho más inquietante.

Editorial RBA
Traducción de Cristina Cerezo y Martín Lewell

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