miércoles, 11 de marzo de 2015

Domingos de agosto, de Patrick Modiano


Quizá lo más sorprendente del premio Nobel a Patrick Modiano sea que los académicos suecos se dieran cuenta de su existencia. Pues aunque es cierto que Modiano cuenta con un importante grupo de incondicionales, una de sus características más notables es la de pasar desapercibido. No todo el mundo está capacitado para apreciar su sutileza y su manera de ser como sin estar. De la misma manera, sus libros pueden olvidarse en el momento en el que se cierran, pero solo si no se ha prestado la suficiente atención. En el caso de dejarse imbuir por su esquivo espíritu, ese mismo libro permanecerá con el lector, a lo mejor de manera subrepticia, pero sin abandonarnos.

En Domingos de agosto Modiano se aleja de sus habituales calles parisinas para trasladarnos a Niza. Pero lo que persiste son sus paseos casi neuróticos, sus recorridos en redondo, de norte a sur y de arriba abajo por las mismas calles. Y este deambular obsesivo se traslada a la estructura de la novela, que avanza en dirección contraria al tiempo. Desde el desesperanzado momento actual, la narración va retrocediendo hacia el pasado, en busca de explicaciones (nunca del todo colmadas) y de un cierto sentido, pero lo que es más importante, de un resplandor, de una plenitud que se aproxima a esos domingos de agosto en los que la felicidad era posible.




Así como la interpretación de lo que nos cuenta el protagonista del libro da pie a multitud de explicaciones, que pueden ser incluso contradictorias y que nunca acaban de esclarecerse del todo, el mismo género del libro es ambiguo. Al principio puede parecer una historia sentimental, de pérdidas y soledad. A continuación, según retrocedemos en el tiempo, parece que estamos ante la novela de fantasmas más extraña de la historia. Sin embargo, y de manera natural, el argumento pasa a convertirse en una intriga con robos, falsas identidades y posibles asesinatos.

La maestría de Modiano está en aunar todos estos géneros y lograr que converjan en un estilo personal e identificable, sin que chirríe la mezcla de tonos ni la novela se convierta en un pastiche. Al contrario, el aura nebulosa, el ambiente onírico que caracterizan a Modiano, no tienen nada de impostado. Algo curioso que sucede con sus libros es que aunque retraten lugares y épocas que nos son totalmente ajenos, logran evocar en el lector vivencias personales con un realismo que puede ser abrumador. Es esa extraña zona crepuscular en la que la línea que separa literatura y vida, sueño y vigilia se difumina y ofrece una nueva percepción. Pocos autores están capacitados para traspasar ese umbral, y sin duda Modiano es uno de ellos.

Editorial Folio
Edición en español en Alfaguara

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