martes, 28 de abril de 2015

Los políglotas, de William Gerhardie


En algunos momentos de Los políglotas el lector no tiene más remedio que parar, tomarse un respiro, relajarse y solo cuando ya se encuentra con fuerzas, volver a la carga. En caso contrario la risa que causa el libro de William Gerhardie puede convertirse en nerviosa y acabar provocando un colapso. También hay otros momento en los que la expectación creada, el “a ver ahora con que sale este” es tan sobrecargada que el lector apenas puede aguantarse hasta llegar al final de la broma.

El libro esta narrado y protagonizado por un vanidoso y pedante al que enseguida se le coge cariño, el recién desmovilizado Georges Hamlet Alexander Diabologh, quien va a visitar a su excéntrica familia a Tokio, donde se mezclará con todo tipo de personajes, ninguno de ellos muy equilibrado. Con unos antecedentes familiares que harían las delicias de Edith Sitwell y unas ramificaciones que parecen alcanzar cualquier rincón del planeta, George se encontrará en su salsa en su exótico nuevo emplazamiento.




Aunque el humor de Gerhardie enseguida nos recuerda a otros autores británicos (con Evelyn Waugh a la cabeza, por supuesto, pero también llega a Gerald Durrell, por ejemplo), sería difícil encontrar su secreto, poder imitarlo. Porque mucho nos tememos que en los retratos del autor hay mucho tomado del natural, que esos personajes pirados y esas escenas sin sentido tienen una base muy real. A esto se le añade la capacidad de Gerhardie para sacar el máximo partido a cualquier detalle y de encontrar el lado cómica a cualquier circunstancia.

También hay un aspecto extraño en la novela que ha escrito George, y es que detrás de tanto humor absurdo se encuentra cierta tristeza, que se manifestará claramente en la parte final. La Gran Guerra acaba de terminar y el nihilismo expresado por George se puede entender como una pomposa muestra de sus limitadas ambiciones filosóficas, pero también como una muestra de que después de la criminal contienda era muy difícil volver a tomarse algo en serio. Aunque, al final, descubra que no siempre puede vivir en una continua opereta.

Editorial Impedimenta

Traducción de Martín Schifino

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