miércoles, 13 de mayo de 2015

La polilla y la herrumbre, de Mary Cholmondeley


La polilla y la herrumbre es uno de esos libros a las que un resumen argumental no les haría justicia (y, ya puestos, tampoco su poco atractivo título), porque además de que esta sinopsis sería bastante escueta, la historia situada a principios del siglo XX en la campiña inglesa de unas jóvenes casaderas, sus cuitas sentimentales y la destrucción de unas cartas como elemento clave en el desarrollo dramático pueden evocar una amalgama de tópicos mil veces vistos a los que daría pereza regresar.

Y sin embargo la novela de Mary Cholmondeley ofrece sorpresas inesperadas. La autora ni tan siquiera trata de convertir su libro en una parodia de esas historias románticas tan trilladas, sino que su ejecución es mucho más sutil, aceptando de pleno los rigores del género para, desde dentro, darles una vuelta completa. Al leer La polilla y la herrumbre es irremediable pensar en Jane Austen, su ironía y su antirromanticismo, pero escrita un siglo después de las obras maestras de Austen, en esta novela también encontramos una intromisión directa de la autora que dota al libro de una modernidad insospechada.




Se percibe claramente que Cholmondeley tiene demasiado cariño a sus personajes para burlarse de ellos, por eso aunque a menudo los vea con cierto distanciamiento, predomina la compasión. Anne, la aristócrata inteligente y demasiado perceptiva para su propio bien, no es una caprichosa indolente ni una soberbia que mira el mundo por encima del hombro, sino que es capaz de analizar con lucidez su entorno y sacar conclusiones que no siempre redundan en su beneficio, pero que le permiten comprender y actuar en consecuencia, convirtiéndose en ese extraordinario ejemplar de personas capaz no solo de asesorar a los demás, sino de seguir sus propios consejos

Pero el verdadero centro de la novela es Janet, la ingenua muchacha de una clase social inferior que de pronto se ve inmersa en un mundo cuyas claves no sabe manejar y que se verá decepcionada cuando conozca por experiencia propia el desastre al que puede llevar el amor, en el que confía demasiado. Solo gracias a su encuentro con otros personas de bien y a los consejos de Anne podrá superar los momentos en los que parece que el mundo se le viene literalmente abajo. Pero no saldrá indemne de sus decepciones y al final será consciente de que el esplendor ha pasado fugazmente.

Editorial Periférica

Traducción de Ricardo García Pérez

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