jueves, 14 de mayo de 2015

Lo puro y lo impuro, de Colette


Se suele decir que después de la I Guerra Mundial Europa sufrió una ruptura con los valores tradicionales, expresada en el arte a través de la corriente decadentista, pero en realidad esta tradición venía ya de lejos y en especial la literatura francesa contaba con destacados antecesores, de Huysmans a Villiers de L'Isle Adam, de los cuales Colette, con su ambigüedad, su franqueza sexual y su imagen como representante de la liberación de la mujer sería la más (in)digna heredera.

Gran parte de esta literatura tenía como objetivo épater le bourgeois, por lo que en la actualidad, cuando ya nadie se escandaliza de nada, ha quedado gravemente desfasada. Pero en Lo puro y lo impuro Colette se muestra más comedida de lo habitual, quizá porque con el paso del tiempo su pasión se ha moderado y su visión del mundo es más fría y distante. Frente al espejismo de la vida alegre y despreocupada en el que siempre se ha sentido tan cómoda, ahora la autora detecta la agonía y el abrumador peso de la ligereza.




Colette también quiere despejar malentendidos sobre el lesbianismo, tema sobre el que cree que nunca se ha escrito con la misma seriedad que la dedicada a la homosexualidad masculina. Detrás de mitos y confusiones, la escritora encuentra personas reales, y su propia experiencia le sirve para comprender más allá de las ideas recibidas y de las caricaturas habituales. Esta vez sin propósito alguno de provocar, Colette quiere mostrar las cosas tal y como son.

En conjunto, parece como si todos los personajes invitados por la autora a sus páginas se movieran a cámara lenta, imbuidos del ambiente de fumadero de opio donde se inicia el libro. Sus acciones siempre son postergadas, sus convicciones cambiantes. El retrato que Colette realiza de estos personajes sí es decadente, pero no se queda en la superficialidad y busca en el trasfondo de su drama los restos de su valor y su libertad. Así, en la última parte también hay espacio para la elegía, para lo “puro” que anuncia el título.

Editorial Global Rhythm
Traducción de Gabriel Hormaechea


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