miércoles, 17 de junio de 2015

De animales a dioses, de Yuval Noah Harari


De las muchas preguntas que abundan en De animales a dioses Yuval Harari plantea una que no por reiterada ha alcanzado una explicación satisfactoria: ¿para que sirve el estudio de la historia? De inicio, hay que dejar claro para qué no sirve: para predecir el futuro. Por mucho que algunas teorías se empeñen en demostrar que a través del análisis de supuestas corrientes históricas o del cálculo de datos entrecruzados se podrán sacar conclusiones que puedan ayudar a saber qué va a suceder, un superficial repaso a esa misma historia nos demostrará que la capacidad de previsión de los historiadores es más o menos equivalente a la de los economistas.

Pero lo que sí permite conocer la historia, nos dice Harari, es hacernos saber que las cosas podrían haber sucedido de una manera muy diferente, que no hay hechos fijos ni un destino del que no se pueda escapar. Múltiples factores (que a veces toman la forma del azar) contribuyen a que el ser humano haya evolucionado de una determinada manera, pero lo cierto es que nada estaba escrito. En este aspecto, como en muchos otros, Harari bordea el relativismo, ese pecado supremo contra el que lucha la ciencia. Pero lo que plantea el autor es más bien un acercamiento modesto, la aceptación de que no podemos comprenderlo todo y que las explicaciones absolutistas suelen ser tan rotundas como, a poco que se indague en ellas, endebles.

Sin duda un libro cuyo subtítulo es Breve historia de la humanidad no se anda con complejos, pero Harari demuestra estar a la altura. Obviamente su repaso a estos últimos 2,5 millones de años no puede ser detallado, pero el autor tiene un esquema claro y su concisión puede dejar espacios para la especulación, pero es claro y directo. Para Harari la historia del ser humano ha experimentado tres grandes saltos: la revolución cognitiva, la revolución agrícola y la revolución industrial. Lo novedoso en el libro es que Harari hace unas interpretaciones muy particulares de estos cambios, siempre planteando las cuestiones más relevantes.




En realidad la visión de Harari, especialmente en la primera parte, está más cerca de la de un etólogo que de la de un antropólogo o un historiador. Su acercamiento a la historia del hombre es la que se podría esperar de un estudioso del comportamiento de los animales, curioso por la evolución y la extraña forma de comportarse de este primate que parecía destinado a ocupar un lugar intermedio en la cadena alimenticia, pero que logro convertirse en el dominador del mundo gracias a la revolución cognitiva, la cual le permitió desarrollar el pensamiento abstracto y la conciencia grupal, lo que le dio una ventaja inalcanzable para el resto de las especies.

El aspecto más renovador de la teoría de Harari sobre la revolución agrícola es que para él supuso un enorme paso atrás, “el mayor fraude de la historia” en sus palabras, respecto al estilo de vida de los cazadores-recolectores. Y no es que Harari sea una de esas personas que reivindican la vida libre del buen salvaje. Al contrario, es muy consciente de sus deficiencias y peligros, pero al analizar las nuevas condiciones de vida que empezó a sufrir el agricultor se da cuenta de que los beneficios obtenidos pesaban en la balanza mucho menos que los privilegios perdidos.

¿Habrá pasado lo mismo con el paso dado por la humanidad con la revolución industrial? El esquema mental que nos ha sido inculcado y la propaganda continua nos hace difícil incluso tomar la perspectiva suficiente para comprender tal idea, pero Harari tiene claro que muchos de los avances que nos son vendidos en realidad tienen una contrapartida difícil de sobrellevar. Sin dogmas ni catecismos, Hariri plantea al lector cuestiones en las que quizá preferiría no detenerse, pero que cada vez se harán más acuciantes y que en realidad culminan el largo camino de la humanidad: ¿qué es hoy un ser humano?

Editorial Debate
Traducción de Joandomènec Ros


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