martes, 18 de agosto de 2015

Maigret en Nueva York


Para elaborar una obra con la extensión casi sobrehumana que posee la bibliografía de Georges Simenon es sin duda necesario un método, y entre otros recursos, el autor era famoso por su precisa documentación y su memoria prodigiosa. Así, antes de escribir sobre un lugar (y solo Maigret ya visitó cientos de ciudades), Simenon se aseguraba de conocer bien las características de la localización en la que se iban a mover sus personajes. Sin embargo, al leer Maigret en Nueva York, más allá de cierto sabor que cualquier aficionado al cine reconoce de inmediato, no hay un verdadero quiebro. El lector, como Maigret, enseguida se siente como en casa.

Escrita en 1947, en Maigret en Nueva York el detective ya es un personaje consolidado, de hecho ha dejado su trabajo en París y se encuentra en el limbo, sin saber muy bien qué hacer. Quizá por eso acepta un trabajo que le hará alejarse de su zona de confort para llegar nada menos que a la capital del nuevo mundo, una ciudad repleta de gángsters y policías corruptos. Igual que en París, como recalca uno de los personajes de la novela, solo que los franceses lo llevan con más estilo.

Por cierto, que pese a lo significativo de la fecha, en el libro tampoco hay absolutamente ninguna referencia a la guerra recien terminada, como si nada hubiera pasado. Maigret vive en su propio mundo, un lugar en el que los códigos están bien definidos y en el que los sucesos de la vida real, por muy trascendente que sean, no tienen repercusión. Hay un caso, unos personajes bien elaborados y una investigación que llevar a cabo, no hay espacio para consideraciones históricas o sociológicas, solo para la pura creación literaria.




Como es habitual, Maigret se mueve por sus propios instintos. No se trata de un investigador intelectual que elabora complicadas explicaciones a base de deducciones clarividentes. Tampoco es un hombre de acción que haga avanzar la historia por medio de golpes y balas. Al contrario, Maigret se deja llevar. En lugar de luchar contra la corriente, simplemente flota a la espera de encontrar una rama a la que agarrarse. Pero, cuando la encuentra, ya no habrá manera de que la suelte: el caso está resuelto, con sencillez y naturalidad.

En el caso de Maigret en Nueva York nos encontramos con una historia en la que en apariencia no hay víctimas ni, por lo tanto, culpables. Es todo cuestión de tono, de extrañeza. En un ambiente de whisky y tabaco, como en una de las películas de cine negro de la época, Maigret parece perderse, pero en todo momento tiene claro a dónde quiere llegar. Se encontrará con personajes de todo tipo, sacará información casi como quien no quiere la cosa, y resolverá el misterio de la manera más civilizada, a la francesa.

Editorial Le Livre de Poche

Edición en castellano en Booket

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