martes, 1 de septiembre de 2015

La manía, de Andrés Trapiello


No pretendemos que los diarios de Andrés Trapiello tengan esa virtud sanadora que Tàpies atribuía a sus propios cuadros. De hecho, ni tan siquiera ayudan a sobrellevar la melancolía, sino que más bien inciden en ella. ¿Nos hacen mejores personas? Viendo lo que disfrutamos con sus malevolencias, sería arriesgado asegurarlo. Y la adicción que crean tampoco puede ser saludable. Y, sin embargo, hay algo en ellos vivificante. Se produce esa corriente tan extraña entre las letras y la realidad que, al menos por un tiempo, nos hace ver a las personas y las cosas de manera diferente.

Por ejemplo, mientras leíamos La manía, como pasa siempre con estos diarios, empezamos a percibir lo que pasaba a nuestro alrededor con una mayor profundidad, como si las arrugas de la vida que de costumbre pasan desapercibidas por falta de atención se revelaran en toda su complejidad. Y esto nos hace sin duda más humanos, porque así podemos comprender mejor a quienes nos rodean. Por muy taxativas que sean las opiniones de Trapiello, suele haber en ellas un punto de grandeza, por lo menos un intento cervantino de generosidad y hermandad.




Lo que no quieta para que también haya en estos libros descripciones destructivas. A veces, como en el caso de Vila-Matas, sus diatribas son memorables. Pero en otras ocasiones, como en el caso del completo idiota que ocupa buena parte del año, se acaba sintiendo algo de pena por este pobre hombre. En esto Trapiello también sitúa su mirada a altura humana, pues no es difícil compartir arrepentimientos y lamentos por no poder estar por encima de minucias mundanas. En el caso del exaltado de Pamplona se impone el estupor, aunque en este caso discrepamos de Trapiello: su barrio no el que tiene más locos de Madrid, ese es el nuestro.

Otro aspecto en el que no coincidimos con Trapiello es en sus excesivos reniegos artísticos. Lo del arte moderno y todo eso de las chorradas vanguardistas sí, pero al leer lo que dice sobre el teatro de Chéjov solo podemos pensar que simplemente no esta hecho para el teatro, qué le vamos a hacer. Pero cualquier desencuentro se olvida cuando llegan las páginas más sentidas y elegíacas, en La manía especialmente inspiradas en lo que respecta el viaje a Venecia. Tras quince tomos de estos diarios que son siempre iguales sabemos que aquí, al contrario que a esa ciudad que es siempre igual, podremos volver siempre que queramos. Y que lo haremos.


Editorial Pre-textos

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