viernes, 16 de octubre de 2015

Fuego y cenizas, de Michael Ignatieff


En el contexto actual, un libro como Fuego y cenizas se hace triplemente pertinente para el lector español. En primer lugar, porque ante la proliferación de politólogos que todo lo saben (quizá solo superados en número por gastrónomos), Michael Ignatieff ofrece un mensaje clarificador de alguien que ha vivido en primera persona, y no solo en teoría, los avatares de la política. Un intelectual que decidió sumergirse en el impredecible mundo de los mítines, debates y elecciones y que, a un alto coste, sacó conclusiones trascendentales.

Además de politólogos, profesionales y aficionados de todo tipo parecen sufrir una fiebre de compromiso, lo que explica que haya tal cantidad de candidatos a primarias o de participantes en partidos de cualquier tendencia que practicamente haya que ir apartándolos cuando se va por la calle. Y aquí encontramos la segunda utilidad de Fuego y cenizas, sobre todo para que quien esté pensando en dar el paso tenga claro cuales van a ser las consecuencias y medite si está preparado y tiene lo que hay que tener.

El tercer punto, que nos identifica con un país en apariencia tan diferente como Canadá, es la cuestión de las “tensiones territoriales”. A estas alturas lo que más apetece es alejarse del dichoso asunto, pero Ignatieff da algunas pistas tan sencillas como contundentes sobre cómo tratar el tema de manera responsable y conciliadora. No solo en este apartado se puede aplicar una de las conclusiones más sabias a las que llega el autor: piensa que a veces puede que no tengas razón, así que escucha lo que tengan que decir los demás.




Al contrario de lo que es habitual en los libros escritos por políticos (aunque esto lo decimos de oídas, no tenemos las tragaderas para acercarnos a ese tipo de textos), Fuego y cenizas no es un mamotreto autocomplaciente, sino un ejercicio de autocrítica sosegado y maduro. No hace falta decir que Ignatieff es un escritor muy dotado, y a lo largo de las páginas del libro el lector se maravilla una y otra vez de las ideas desplegadas por el autor, de sus revelaciones y pensamientos que invitan a la reflexión.

Y eso que sus principios no se alejan demasiado del sentido común. Pese al fracaso monumental de Ignatieff, que llevó a su partido a la mayor derrota de su historia (veremos en los próximos días si, como parece, los liberales se han recuperado de la debacle), sus propuestas son fácilmente compartibles por una mayoría de la sociedad. Se trata de un liberal en el sentido anglosajón, progresista en lo social y conservador en lo fiscal, preocupado por el medio ambiente y la igualdad de oportunidades. Alguien tan sensato que al parecer lo tenía difícil para hacerse tomar en serio.

Pese a todo, Ignatieff confiesa seguir siendo un apasionado de la política, y en un tiempo de desprestigio, sorprende su apasionada defensa de los políticos habitualmente desdeñados como “profesionales”. Ignatieff se alinea con los perdedores de la historia de la política, junto a Séneca, Maquiavelo o Burke. Y aunque él no pretende situarse en su misma liga, Fuego y ceniza es hoy por hoy un libro tan necesario como los clásicos de estos autores, un libro que ayuda a comprender mejor el mundo actual y a buscar soluciones a los problemas comunes.

Editorial Taurus

Traducción de Francísco Beltrán

No hay comentarios:

Publicar un comentario