El hecho de que
las primeras ciento cincuenta páginas de No hay lugar seguro
transcurran en la escena del crimen, mientras los investigadores
buscan la menor prueba que pueda ser relevante para el caso, da
muestras de la minuciosidad de Tana French, capaz poco más tarde de
dedicar otras cuantas decenas de páginas a un interrogatorio sin
agotar al lector; todo lo contrario, su capacidad para hacer que se
mantengan todas los sentidos alertas y provocar ansiedad por conocer
el siguiente paso son características de una de las mejores autoras
actuales del género negro.
En esta ocasión
toma el relevo de la narración Scorcher Kennedy, detective de
homicidios al que conocimos en La última noche de Rose Daly, pero
que ahora parece un personaje totalmente nuevo. Frente al fanfarrón
y despiadado policía que se presentaba en la anterior novela, aquí
Kennedy tiene la oportunidad de presentarse con todos sus matices,
como un profesional íntegro y perspicaz. Al igual que en las
anteriores novelas de French, el pasado se hace tan presente para los
protagonistas que se mezcla con el caso actual de tal manera que no
pueden permanecer indiferentes, se trata de algo personal.
Porque lo que
hace a French única, más allá de su capacidad para elaborar tramas
de intriga sólidas y absorbentes, es su habilidad a la hora de
perfilar retratos psicológicos de una profundidad inaudita. Hay algo
en sus personajes que logra que el lector se vincule a ellos con una
fuerza todavía más poderosa que la que lleva a seguir sus tramas
con absoluta dedicación. Sus personajes son seres reales, con sus
contradicciones y sus cargas del pasado, en absoluto perfectos ni de
una pieza, sino complejos y siempre envueltos en disyuntivas que
habitualmente no terminan bien.
De hecho, en los
libros de French saber quién ha sido, aunque no irrelevante, no es
lo más trascendente. Lo que interesa a la autora y provoca la
fascinación del lector, la necesidad de saberlo todo, es el porqué,
el motivo que se esconde detrás de unos asesinatos brutales y en
apariencia sin sentido. De ahí que uno de los puntos más
interesantes de No hay lugar seguro sea cuando se produce la
lucha entre el profesional que solo quiere cumplir con su cometido y
el ser humano que necesita dar un paso más allá. Quizá se trate de
la diferencia entre la ley y la justicia, un territorio en el que es
imposible mantener el paso firme.
Editorial
RBA
Traducción
de Gemma Deza
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